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Michelangelo Buonarroti (1475 – 1564) – Escultor

Publicado por Cristina

Michelangelo Buonarroti nació el 1475 junto a Florencia y murió en Roma en el 1564, cuando iba a cumplir 89 años.

Su larga vida transcurrió entre las dos ciudades, al servicio de los Médici y de los Papas.  Fue una gigantesca y ejemplar personalidad artística; para mucha gente, el mayor artista de todos los tiempos.

Miguel Angel sobrevivió más de cuarenta años a los otros dos grandes artistas del Cinquecento, Leonardo (+1519) y Rafael (+1520). Esto, unido a su fuerte personalidad, explica que su obra sea representativa del más puro Renacimiento, a la vez que superadora del mismo.

En efecto, con Miguel Ángel entraran en crisis los valores renacentistas de equilibrio y armonía, serenidad y belleza, que se verán sustituidos por otros de carácter anticlásico, anunciadores de lo que será el Manierismo. Con Miguel Ángel se inicia, por tanto, la crisis del Renacimiento.

Aunque dejó notables obras arquitectónicas y pictóricas, él se consideró ante todo escultor. Y, en efecto, su vocación escultórica se manifiesta ya en aquellas.

El aspecto dominante en la obra escultórica de Miguel Ángel es el que sus coetáneos llamaron terribilitá, esto es, el intenso dramatismo de sus figuras, pletóricas de fuerza fisica y de fuerza espiritual. Serenas exteriormente, parecen agitadas por una infranqueable energía psíquica que no encuentra salida en la acción fisica; de ahí su dinamismo contenido.

A lo largo de su trayectoria artística se aprecian cambios muy significativos. El primer Miguel Ángel es un escultor plenamente renacentista, que busca ante todo la belleza, la perfección, y sus ideales artísticos son el equilibrio y la armonía tanto del cuerpo como del espíritu de las figuras. En sus años últimos estamos ya delante de un artista que antepone al ideal de belleza la fuerza expresiva, que ejecuta figuras en actitudes inestables, distorsionadas, llenas de dramatismo y angustia espiritual, en clara contradicción con el ideal clásico de equilibrio y armonía. Es el triunfo del anticlasicismo manierista, la crisis del Renacimiento.

Dos obras de idéntica temática reflejan perfectamente este cambio de valores en el artista: La Piedad del Vaticano, obra juvenil (realizada el 1498-99), y la Piedad Rondanini (empezada hacia el 1555 y que quedó sin acabar al morir). La primera, enmarcada en un esquema piramidal, es un conjunto delicado y suave, que transmite una sensación de armonía y calma; el rostro de la virgen como el cuerpo de Cristo está idealizados. El dolor de aquella es íntimo, evitando la tensión dramática; todo es serenidad, de cuerpo y de espíritu. Medio siglo después, en la Piedad Rondanini, Miguel Ángel busca ante todo la impresión patética, intenta expresar el dolor, no la belleza formal. Ha abandonado definitivamente la concepción clásica de la belleza que plasmó en la Piedad del Vaticano: los cuerpos de la Virgen y de Cristo, alargados y delgados, presentan una posición inverosímil y distorsionada; las dos figuras se fusionan configurando un tronco único sin seguir ningún esquema compositivo. Además, frente al fino acabado de la primera, la Pietá Rondanini presenta una textura áspera, totalmente despreocupada de la perfección anatómica y de la belleza externa. El artista ha optado por el antinaturalismo para presentar la expresión de su idea: la unión espiritual, íntima, de la Madre con el Hijo.

 

Comparación de la Piedad de Miguel Ángel

 

El David, de clara inspiración clásica, es otra obra de juventud; en ella, Miguel Ángel estudia la anatomía masculina de un joven que observa atentamente a su rival, preparando las fuerzas para el asalto. Es un ejemplo perfecto de la tensión contenida de las figuras de Miguel Ángel.

El Mausoleo de Julio II, grandioso proyecto escultórico pensado para ser colocado bajo la cúpula de san Pedro del Vaticano, fue el gran fracaso de Miguel Ángel. Éste, que emprendió con gran ilusión la obra, vio como el ambicioso proyecto inicial quedó reducido a un sepulcro mural colocado en la iglesia romana de San Pietro in Vincoli.

Una de sus piezas fundamentales, es el Moisés, máxima expresión de la terribilitá: la figura es grandiosa tanto espiritual como fisicamente: el rostro airado de Moisés refleja su cólera al ver como los suyos adoraban falsos ídolos. Para este mausoleo estaban destinadas también los famosos Esclavos, que Miguel Ángel dejara sin acabar, y que expresan como el alma humana, presa de la materia, lucha por liberarse. Tanto en los Esclavos como en el Moisés, está presente la influencia de Laocoonte, la escultura helenística descubierta en 1506 y que produjo un fuerte impacto en el arte de nuestro artista.

Otra obra genial de Miguel Ángel es el Sepulcro de los Médici, ubicado en la capilla funeraria que éstos tenían en la iglesia de San Lorenzo de Firenze: allí realizó los mausoleos de Guiliano y de Lorenzo de Médici; las figuras sepulcrales de los dos se nos ofrecen sentadas: el primero, con presencia de general romano, representa al hombre de acción; el segundo, en actitud pensativa (il pensiero) expresa el temperamento contrario. Apoyadas sobre las urnas funerarias aparecen cuatro figuras desnudas; los cuatro momentos principales del día: la tarde (el anciano decrépito de carnes flácidas), la noche (figura femenina pletórica de fuerza), la aurora (mujer desperezándose) y el día (joven lleno de vigor). En estas figuras -símbolo del poder destructor del tiempo- se impone el Manierismo: no descansan serenas, ya que su posición es inestable, resbaladiza, y están marcadas por la tensión y la tragedia.