«Moisés» de Miguel Ángel
Cuando Miguel Ángel Buonarroti tiene veintiún años, es llamado a Roma por el Papa Julio II para encargarse de la realización de su tumba, que estaba prevista como un mausoleo de grandes dimensiones, que iría situado en el crucero de la iglesia de San Pedro del Vaticano, un sepulcro y un lugar propio del Papa-mecenas, que estaba transformando a Roma. La realización de esta obra va a ser uno de los proyectos que más ilusión despierta en el artista, de hecho llega a dirigir en persona los cortes del mármol en la propia Carrara. En un principio la diseña rectangular, con la cámara funeraria en su interior, estatuas en los frentes, con un profeta en cada esquina, pero a medida que transcurre el tiempo tiene que ir modificando su proyecto. De hecho el propio Papa lo interrumpe cuando le encarga la pintura de la Capilla Sixtina, y luego la muerte de Julio II y sus continuas obligaciones para la Curia hacen que la gran empresa del comienzo se tenga que ir reduciendo, hasta que bajo el Papa León X se culmina un modesto monumento funerario adosado al muro en la iglesia de San Pietro in Víncoli en Roma. Como escultura lleva el Moisés, que Miguel Ángel termina tras treinta años de espera.
El “Moisés” es una escultura de bulto redondo realizada en mármol blanco de Carrara que se encuentra en posición sedente. Es la representación del liberador del pueblo de Israel de la esclavitud a que lo tenían sometido los egipcios y el hombre elegido por Dios para entregarle las Tablas de la Ley. Miguel Ángel elige para representarle el momento en que, descendiendo del Monte Sinaí con las Tablas, contempla como su pueblo se encuentra adorando al becerro de oro (símbolo de paganismo). Se trata de una representación del movimiento en potencia, vemos por la posición de su cuerpo que está dispuesto a levantarse, ya que está poseído por la furia, la rabia y la cólera que le genera esa visión impía.
La fuerza de su expresión abandona ya la idea de equilibrio propia del Renacimiento, puesto que toda la escultura es un ejercicio de fuerza y grandiosidad. Su cuerpo es titánico, una masa escultórica compacta, sólida, con una anatomía robusta, con fortísimos brazos desnudos, de los que se marcan músculos, venas y tendones, lo mismo que de sus piernas. Se produce una total dislocación de la postura clásica, con la cabeza totalmente girada, el contrabalanceo de las piernas y el brazo cruzado por delante. La expresión es tremebunda, las barbas encrespadas, la mirada furiosa, con los ojos taladrando como rayos (con el iris excavado, para que al penetrar la luz genere claroscuro e intensifique la arrolladora mirada), los labios entreabiertos, los dedos crispados sobre las barbas rizadas, retorcidas, etc. Esta tremebunda expresión a través de la grandiosidad formal y de la tremenda fuerza expresiva, el poner todos los recursos al servicio de la fuerza interior del personaje, es lo que se conoce como “terribilitá” miguelangelesca, que aparecía anunciada en el “David” y ahora en el “Moisés” se muestra en todo su vigor. Cuando Miguel Ángel se encuentra realizando la obra se descubre la estatua helenística del “Laoconte y sus hijos”, que impresiona grandemente al artista y le influye decisivamente en esta obra.
Se ha querido ver en esta estatua el símbolo de los elementos cósmicos. Así la barba sería el agua (por ello se mueve), el cabello, el fuego (de su ira a punto de estallar) y el fortísimo cuerpo simbolizaría la tierra.