Patricio romano con los bustos de sus antepasados
Esta obra romana realizada en mármol hacia finales del siglo I después de Cristo mezcla al mismo tiempo dos géneros: el arte del retrato y el fúnebre. Al fin y al cabo se trata del retrato de un patricio romano perteneciente a la clase social más alta que muestra con orgullo las máscaras mortuorias de sus antepasados, para así dejar patente que pertenece a un linaje con una larga historia.
Este mármol, que hoy en día podemos ver en el Museo del Capitolio de Roma nos habla de una tradición muy propia de la cultura romana. Era una costumbre muy habitual entre las clases patricias encargar máscaras mortuorias en cera, para que sirvieran de molde a posteriores obras en mármol o incluso bronces. Una tradición que en realidad ya venía de los etruscos.
Con esas máscaras solo se tomaba el molde del rostro, sin el cuerpo, y aún así se les representaba como cabezas vivientes, algo que podemos ver claramente en esta obra de autor desconocido.
El objetivo con esa actitud era plasmar que eran como un puente entre la vida y la muerte. Además de que así se recordaba los orígenes de los representados de cuerpo entero. Y es que el culto genealógico era clave en las creencias de la sociedad de la Antigua Roma.
Sin duda en este caso vemos una obra de lo más oficial. El patricio, a un tamaño casi natural, se nos presenta con la toga de senador. Una toga bastante “barroca” en el sentido de que el que escultor se ha explayado en el labrado de numerosos pliegues. Mientras que con sus manos sujeta los dos bustos de sus antepasados, uno de ellos apoyado en una columna.
La postura por otra parte es el habitual contraposto que tiene una pierna recta de apoyo principal y otra más flexionada. Una pose heredera de la escultura clásica de Grecia y que también es la que observamos en muchas obras romanas, como el famoso Augusto de Prima Porta.
Además del valor retratístico, tan definitorio de la escultura romana, esta obra sirve para admirar su valor compositivo, que aquí casi se trata como un grupo, más que como una figura individualizada. Vemos por un lado al patricio con un desarrollo vertical, pero eso se contrarresta por las dos diagonales descendentes que proponen los dos bustos. Pero el juego de diagonales, verticales y horizontales es de lo más intenso por los acusados pliegues de la toga.
Y sin embargo todas esas líneas consiguen un gran equilibro y robustez. Todo lo cual acaba por dar una idea de monumentalidad en el sentido que tanto gustaba a los retratos de los romanos más poderosos, que querían dar una imagen de serenidad y responsabilidad.