Sepulcro de Enrique VII e Isabel de York de Torrigiano
Pietro Torrigiano (1471 – 1528) fue un trotamundos que trabajó su escultura en diversos países europeos. Incluido su lugar de nacimiento, Italia, pero la verdad es que allí no tenía demasiados amigos ya que desde joven mostró su carácter violento, y por ejemplo se peleó siendo estudiantes con Miguel Ángel al que le partió la nariz. E incluso tiempo después acabaría preso en una cárcel de la Inquisición española, país en el que acabarían sus días.
Entre ambos acontecimientos nos dejó varias obras muy interesantes en varios puntos de Europa. Y de todas ellas, posiblemente su obra maestra sea el Sepulcro de Enrique VII e Isabel de York que realizó entre los años 1512 y 1518. Una obra que supuso a la larga el establecimiento de las normas que dictaron el conocido estilo Tudor en Inglaterra.
En el sepulcro vemos las figuras yacentes en bronce dorado y a tamaño natural del matrimonio. Pero además hay una serie de elementos propios del arte renacentista, algo completamente novedoso en Gran Bretaña, donde aquella vuelta a las ideas de la Antigüedad nunca terminó de cuajar. De hecho, solo durante estos años iniciales del siglo XVI parecieron existir esas ganas de inspirarse en el Renacimiento. Aunque fue un espejismo, ya que cuando subió al trono Enrique VIII, además de suponer la llegada del anglicanismo, también fue un freno a cualquier influencia externa, de manera que durante siglos pervivió el espíritu del arte gótico en todas las creaciones británicas.
Se trata de un túmulo exento, muy propio del gótico pero muy lejano a los sepulcros florentinos pegados a la pared. Prueba de que Torrigiano tuvo que hacer ciertas concesiones. En su obra juega con varios materiales, desde el bronce dorado al mármol negro estriado.
El matrimonio se nos muestra con una armonía y serenidad propias del arte renacentista. Y curiosamente, sus rostros muestran cierta variación. Mientras que para ella recurrió a una idealización de belleza partiendo de su máscara mortuoria. En el caso del monarca, lo plasmó con mucha más expresividad.
Ambos personajes tienen a sus pies unos leones, símbolo de poderío, y en las esquinas aparecen angelotes. En cuanto a las paredes del túmulo, el artista incluyó detalles muy propios del arte clásico como son los medallones con guirnaldas de flores, así como escudos heráldicos.
La obra la hizo con posterioridad a la muerte del rey Enrique VII, quien falleció en 1509. Pero fue este monarca el que emprendió la obra de la Capilla Real de la Abadía de Westminster en Londres, lugar en el que dejó dispuesto que había de ser su enterramiento, y donde se encuentra todavía el sepulcro de Torrigiano. Por cierto en esa misma abadía hay otra obra de este escultor, quién anteriormente hizo el sepulcro de Margarita Beaufort, la madre del propio Enrique VII.