Autorretrato con perro negro de Courbet
En el largo proceso de aprendizaje autodidacta que desarrolló Gustave Courbet a lo largo de toda su vida (1819 – 1877) podemos considerar a esta obra de 1842 que conserva el Petit Palais de París como uno de sus primeros hitos destacables. De hecho este autorretrato fue el primer cuadro que se admitió suya en el gran Salón de París, algo que ocurrió en 1844 tras unos profundos retoques al lienzo inicial.
De alguna forma es un cuadro que todavía no muestra toda su personalidad, y sin duda es deudora de sus grandes referentes como son Velázquez, Hals o Rembrandt, autores a los que copió en numerosas ocasiones para ir aprendiendo las técnicas y los trucos de la pintura. A partir de ellos fue desarrollando su propio estilo y modo de trabajo, en el que es característico el uso de gruesas manos de pintura.
Su objetivo era hacer una pintura realista, objetiva, sin demasiados sentimentalismos y que pudiera incorporar temas que hasta entonces no había sido atractivos para los artistas, como podían ser escenas cotidianas de las clases trabajadoras o de los campesinos. Unos planteamientos en los que está muy influenciado por su amigo Proudhon, al que también pintó en alguna ocasión.
Todo eso le abría un amplísimo campo de posibilidades temáticas y un desarrollo del realismo que alcanzaría sus más altas cotas en las décadas siguientes. Pero antes de eso ya fue capaz de realizar este Autorretrato con perro negro donde se refleja por primera vez su personal forma de pintar. Ya está presente la innegable plasticidad de sus figuras y la expresividad de las mismas. Esas razones fueron más que aclamadas en el Salón de París, pero los más defensores de lo académico no se imaginaban los derroteros tan realistas que iba a tomar el arte de Courbet, por ello tardó varios años en volver a ser admitido en ese tipo de eventos oficiales.
Aquí vemos al pintor desde un punto de vista bajo, y él nos mira desde arriba acompañado por su perro spaniel, al que retrató en otras ocasiones. Esta perspectiva no hay que interpretarla como una pose orgullosa o de superioridad, sino que debemos entenderla por la ubicación elevada que él ya había pensado para el óleo. Aunque hay historiadores que piensan que sí se plasma la actitud egocéntrica de este personaje.
Sin embargo, el tipo de representación no cuadraría demasiado con eso. Ya que aparentemente solo es un retrato de un joven vestido a la moda, en actitud de haberse parado a descansar durante un paseo por el monte en los alrededores de su pueblo. Momento en el que aprovecha para fumar un poco en pipa, mientras lee el libro que hay a su espalda. Algo de lo más cotidiano y mundano. Una especie de instantánea de mediados del siglo XIX.