Autorretratos de Durero
El cuadro que aquí vemos es uno de los muchos autorretratos que se realizó Albert Durero. En concreto esta obra es un óleo sobre tabla pintado en 1499 y conservado en el muse de El Prado de Madrid.
En realidad fue un pintor obsesionado con su propia imagen, porque incluso se conserva un autorretrato suyo a la edad de 13 años realizado con grafito. Y por cierto en esa obra tan temprana ya se puede apreciar la maestría artística de Durero y su consciencia de que él ya sabía de su belleza y atractivo personal, quizás porque también desde niño sabía ya de su genialidad.
Y lo cierto es que cualquiera de sus autorretratos como éste, o el de 1493 realizado sobre pergamino y conservado en el Louvre de París, o el de 1500 expuesto en la Pinacoteca de Munich, él se muestra a sí mismo como muchísimo orgullo.
En esta imagen tenía 27 años y para la ocasión se vista al modo veneciano, casi principesco. Cuatro años antes había visitado Italia y allí conoció a Giovanni Bellini y la pintura veneciana. Desde luego que admiró tremendamente el arte de los pintores de la ciudad de los canales, pero sobre todo se quedó asombrado por el respecto social que disfrutaban los artistas en aquella Italia del Renacimiento. Y por supuesto, deseaba que aquello fuera igual en su Alemania natal, sin embargo el rango de artista tenía un prestigio social mucho menor en su país.
Es decir, de alguna forma este autorretrato, para el que se disfraza es de alguna forma un homenaje a Italia y también una reivindicación, ya que por aquel entonces él había tenido un gran éxito con sus grabados del Apocalipsis, porque Durero durante su vida alcanzó una importante fama como pintor, pero su cotización era mucho más elevada como grabador. Y desde luego deseaba que se le valorara como el gran artista que se consideraba y que en realidad era.
En todos sus retratos de una forma u otra también trasmite siempre esa idea. Por ejemplo, en el autorretrato de Munich su pose, aspecto y ausencia de expresión recuerdan mucho a un retrato de Jesucristo. Incluso su aspecto físico con pelo largo, barbas, joven y con túnica recuerdan el estereotipo que se tiene de Jesucristo. No es que él se quisiera comparar con él, ni que cometa una blasfemia. De hecho, Albert Durero era muy religioso, sino que lo que nos querría decir es que él también sufre y quiere imitar a Cristo.
Cada uno de sus autorretratos nos muestra un Durero vestido de una forma diferente, pero siempre como una persona muy orgullosa de sí misma y siempre con el mismo anagrama que se convirtió en su curiosa firma artística.