Carlos I de Inglaterra de Van Dyck
Anton Van Dyck (1599 – 1641) es uno de los más grandes retratistas de todo el arte Barroco europeo, como se puede comprobar con algunas pinturas suyas como El pintor y sir Endimion Porter. Tanto ésta como la obra que aquí nos ocupa que es el retrato real de Carlos I de Inglaterra son un ejemplo del estilo de este pintor de origen flamenco que desarrolló la práctica totalidad de su actividad pictórica en Gran Bretaña.
No obstante, su arte está estrechamente emparentado con el de los Países Bajos, para empezar porque su maestro fue el gran Pieter Paulus Rubens, del cual fue su discípulo más aventajado y también el más independiente.
En los cuadros de Van Dyck se puede apreciar que logró adquirir la maestría de su mentor, a la hora de presentarnos las calidades y las superficies de los objetos o personas que pinta. Es decir, fue un verdadero virtuoso con los pinceles.
Sin embargo, el tono de la obra de uno y de otro es bien diferente. En los cuadros de Van Dyck siempre se respira cierta ambientación cargada de languidez y melancolía. Y precisamente por eso, quizás su triunfo fue total y absoluto entre los ricos aristócratas de la corte inglesa. Y sobre todo, su arte le gustó mucho al monarca Carlos I, quién lo nombró pintor de cámara en 1632, momento en el que el artista incluso llegó a britanizar su nombre y se pasó a llamar sir Anthony Vandyke.
En esta obra nos presenta al rey en una de sus actividades favoritas, ya que lo vemos precisamente tras descabalgar del caballo tras una de sus cacerías por la campiña. Y el pintor conocedor de cómo le hubiera gustado al rey pasar a la historia, nos lo presenta como un personaje tremendamente elegante, mostrando una autoridad rotunda y manifestando su enorme cultura, ya que este rey de la dinastía Estuardo fue un gran mecenas de las artes durante su reinado.
Indudablemente esa capacidad de Van Dyck para inmortalizar a los personajes con tales cualidades hizo que trabajara sin cesar para la alta sociedad, y de hecho sus cuadros son, además de objetos artísticos de enorme valía, son documentos históricos que nos muestran hasta el último detalle de la aristocracia de la época. Aunque también hay que decir que fueron tantos los encargos que recibió, que difícilmente él pudo pintar todas las obras que salieron de su taller, y por eso contaba con un amplio equipo de ayudantes. E incluso, hay algunas de esas obras en las que su participación se redujo a unas pocas pinceladas, y por supuesto la calidad de este tipo de retratos, aunque firmados por Van Dyck es mucho menor.