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Retrato de Isabella Brandt de Van Dyck

Publicado por A. Cerra

Retrato de Isabel Brandt de Van Dyck

En este óleo del pintor barroco Anton Van Dyck vemos retratada a la que fuera la esposa de Rubens, Isabella Brandt, a la cual también su propio marido la pintor en otras ocasiones, a veces acompañada de su propio autorretrato.

Sin embargo, aquí la pinta su discípulo, y el retrato que le hizo en 1621, era una especie de regalo de agradecimiento que Van Dyck le hizo a su maestro, tras sus primer y exitoso viaje a Gran Bretaña. No obstante, hoy la obra se puede ver en la Galería Nacional de Arte de Washington.

Van Dyck había entrado a trabajar en el taller de Rubens a la edad de 17 años, y el gran maestro pronto se dio cuenta de que contaba ahí con un colaborador especial. Por eso cada vez le encarga más y más trabajo. Con él llegó a estar tres años y le sirvió para aprender, pero también para imitar a la perfección del estilo del maestro, ya que realizó casi íntegras algunos de sus encargos.

Rubens sabía de su potencial inmenso, así que le facilitó un primer viaje a Londres en 1620. Allí comenzó a pintar retratos, y tras una temporada, regresó a Amberes. Fue entonces cuando retrató a Isabella Brandt para regalárselo a Rubens. Era una gran alabanza para Rubens, ya que no solo pintaba hermosa a su mujer destacándola sobre un elegante cortinaje rojo, sino que además nos presenta la casa del pintor, quien había hecho construir un patio barroco en su interior, que él mismo había diseñado.

Es obvio que Rubens aceptó el regalo y se vio agasajado con él. Pero al mismo tiempo que un genio de la pintura, el pintor era una persona muy inteligente y con múltiples contactos sociales, no solo en Flandes sino por toda Europa, así que decidió aprovechar estos contactos.

Y es que Rubens había sido el primero que vio el potencial de Van Dyck, y tras ese primer viaje también vio como había evolucionado, y que ciertamente su discípulo se iba a convertir en su rival, y cualquier encargo que surgiera en Amberes y el entorno lo iba a tener que competir con él.

Por ello aprovechó que Van Dyck le comentó su interés de viajar a Italia para seguir formándose, y entonces le facilitó numerosos contactos allí, tanto para posibles mecenas como cartas para otros artistas a los que conocía. Incluso le regaló un caballo para que hiciera el viaje. Es decir, de modo muy elegante y taimado consiguió evitar su competencia en su país. Porque en su fuero interno sabía que el talento de Van Dyck para el retrato era portentoso y llegaría un momento que no podría competir con él. Y estaba en lo cierto, ya que en los años posteriores, sobre todo en Inglaterra, su discípulo se iba a convertir en un auténtico maestro con obras como los retratos a Carlos I y a muchos miembros de la aristocracia inglesa, como Sir Endimion Porter que incluso no tuvo reparo en aparecer en la tela con el autorretrato del propio Van Dyck.