Cristo camino del Calvario de Corrado Giaquinto
El estilo rococó surgió en Francia, a diferencia de otros estilos anteriores, como el arte Barroco o el Renacentista de claro origen italiano. Sin embargo, el rococó también fue admitido por diversos pintores del país trasalpino, aunque por supuesto adaptando sus presupuestos estéticos a la larga tradición pictórica italiana. Y en este sentido podemos considerar a Corrado Giaquinto (1703 – 1766) como el gran representante del arte rococó romano.
Aunque él era originario de la región sureña de Apulia, y sus inicios también los dio en la ciudad de Nápoles, sin duda fue en Roma donde explotó toda su maestría artística. Allí pasó muchos años perfeccionando su arte, trabajando con diferentes arquitectos en la decoración de templos y también como miembro de la Academia de San Lucas donde entre otras labores supervisaba las labores y avances de diversos pintores españoles pensionados en Roma.
Fue así como entabló contacto con mecenas españoles y fue así como le llegó un primer encargo por parte del rey Fernando VI. De manera que en el año 1753 se trasladó hasta Madrid para definitivamente trabajar en la corte. De hecho, alcanzó el rango de pintor de cámara, además de que se le nombró director general de la Real Academia de Bellas Artes y también ejerció la dirección artística en la Real Fábrica de Tapices.
Es decir, se convirtió en un artista de la máxima confianza del rey, quien no dudó de encargarle trabajos para todas sus grandes residencias desde el Palacio Real o el Sitio de Aranjuez, hasta el Palacio del Buen Retiro.
Para esta última pintó Giaquinto este lienzo de Cristo camino del Calvario. En realidad, este óleo forma parte de una serie de ocho piezas elaboradas para el oratorio de Fernando VI. Y permanecieron en el Palacio hasta el año 1808, si bien después fueron desmontadas y trasladadas al Museo del Prado de Madrid, que hoy en día las siguen atesorando.
De todo el conjunto de telas, esta es quizás la de composición más compleja y recargada. Se distingue a Jesús en el centro cargando fatigosamente con su cruz y con un color de túnica que llama la atención. A su alrededor, otros personajes lo acosan con posturas y escorzos casi imposibles. Mientras que al fondo, se ven a los soldados romanos y también dos cruces ya levantadas para los dos ladrones que según los Evangelios acompañaron a Cristo en su Crucifixión.
La obra demuestra bien a las claras el estilo de Giaquinto, un pintor de mano muy libre y ágil, capaz de darles a sus obras una imagen casi abocetada. Un estilo que influyó mucho en otros pintores españoles de la época y posteriores. Y es que el italiano permaneció en el país hasta 1762. Ese año le pidió al nuevo monarca Carlos III permiso para volver a Italia a descansar durante unos meses, pero la realidad es que nunca regresó a España y falleció al año siguiente en Nápoles.