Danae de Rembrandt
Este óleo sobre lienzo pintado en 1636 por el artista barroco Rembrandt se puede contemplar hoy en día en el Museo del Hermitage, en la ciudad rusa de San Petersburgo. Y casi es algo milagroso que se pueda ver en la actualidad, ya en 1985 la tela sufrió un auténtico atentado. Un espectador acudió al museo con ácido sulfúrico para verterlo sobre la pieza, a la que además le hizo varios cortes a cuchillo. Evidentemente el cuadro sufrió graves daños y necesitó de un largo y lento proceso de restauración que se prolongó durante 12 años, hasta que finalmente volvió a ser mostrado al público como la obra maestra que es.
Se trata de una escena de carácter mitológico en la que vemos el prototipo de belleza que tantas veces pintó Rembrandt, en obras como esta con la hermosa Betsabé con la carta de David. Es una mujer desnuda, joven, en la que destaca la delicadeza de su piel que se convierte en una gran superficie para que le pintor nos muestra su talento para jugar con las luces y las sombras hasta convertirlas en texturas.
Danae fue la hija del rey Acrisio, al cual el oráculo le auguró que sería asesinado precisamente por un nieto suyo nacido de su hija. Así que los relatos mitológicos de Ovidio nos cuentan en sus Metamorfosis, que el rey decidió encerrar a su hermosa hija en una torre para que no tuviera descendencia y él pudiera huir de su destino.
Sin embargo, el todopoderoso Zeus consiguió ver a tal belleza y no dudó en seducirla. Para lo cual se transformó en lluvia de oro que entró a la torre, y evidentemente acabó enamorando a la muchacha y embarazándola. Su hijo fue Perseo y tal como decían las predicciones terminó con la vida de su abuelo, aunque él ignorara el parentesco entre ambos.
Este mito se ha representado innumerables veces a lo largo de la historia de la pintura, tanto antes de Rembrandt, como por ejemplo en el Renacimiento por Tiziano como después por el Modernismo de Klimt. Y por supuesto cada época le ha dado no solo su carácter estético sino también su interpretación.
Y en el caso del gran pintor de barroco holandés viene a ser una representación de que el amor divino es fuente de pureza y es irrefrenable. Pero más allá del relato o de su interpretación, sin duda lo mejor de este cuadro es el tratamiento de la luz, y como Rembrandt juega con la luz y la oscuridad en una estancia minúscula y con escasos elementos, todos ellos dominados por la cama y la hermosa mujer desnuda que hay sobre ella.