¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? de Gauguin
Esta enorme tela pintada al óleo en el año 1897 por el artista Paul Gauguin, es un prolongado friso custodiado en el museo de Boston y tal vez sea la creación más emblemática de este prolífico maestro del periodo Postimpresionista.
La obra hay que enmarcarla en el momento más reflexivo y filosófico de toda su vida. Y para comprobarlo basta con ver su título: ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos? Una clara manifestación de las dudas existenciales que por aquel entonces ocupan la mente de Gauguin. Algo que vino provocado durante un doloroso proceso de enfermedad que estaba sufriendo.
El resultado es que acabó obsesionado por cuestiones sumamente trágicas, que evidentemente era incapaz de responder. Algo que un año después, en 1898, le llevaría a intentar suicidarse. Sin embargo y afortunadamente, en cuanto su salud comenzó a mejorar, se volcó de nuevo en su trabajo como pintor. Y pese a ese periodo depresivo y de tanta carga reflexiva en su pintura, a diferencia de otros pintores compañeros de generación, él sí que consiguió tener éxito y vender sus cuadros. Y todo ello, con el inconveniente de su estancia en las islas de la Polinesia francesa y su temática tan alejada de la pintura europea.
Gauguin en realidad fue el inspirador para pintores de una generación posterior como Matisse que concibieron el arte fauvista. Y es que el arte de Gauguin busca el objetivo de traspasar los límites de la pintura para crear básicamente formas de color que revelen con intensidad el drama del alma humana, las dudas que atenazan la hombre, las esperanzas que lo mueven y las desesperanzas que lo paralizan. Todo ello lo sabemos no sólo por lo que transmiten sus obras, sino también por sus testimonios escritos. Ya que durante el tiempo que se estableció en la Polinesia, concretamente en Tahití, enviaba regularmente cartas a sus amigos franceses, especialmente a Monfried, quién de alguna manera se convirtió en su lejano confidente situado a miles de kilómetros, en Occidente.
Por eso, sabemos que para Gauguin, el color se convierte en un símbolo, pero no de carácter literario, no atañe a los temas, sino a las sensaciones. Y con cierto tono enigmático, Gauguin llegó a escribir que “lo esencial en una obra consiste precisamente en lo que no es expresado”.
Estas ideas están presentes en todos los cuadros que realizó en Tahití, adonde acudió buscando su cultura primitiva, y los ritos y extrañas creencias que la rodeaban. Por eso en muchas de sus imágenes, como la Mata Mua o Los Viejos Tiempos expuestos en el Museo Thyssen de Madrid, se puede apreciar un carácter ingenuo en su obra, cierta pureza ambiental.
Pero no trata de reflejar con ello las formas de vida de los haitianos, sino darnos una impresión poética de ellos, otorgando a sus imágenes un marcado aire decorativo. Algo que hizo durante toda su producción en la Polinesia. En cuyas islas residió desde el año 1895, instalándose no sólo en Tahití, sino en otras islas del archipiélago, hasta el año de su muerte, 1903, fecha en la que falleció en la isla de Atanua.