El cuento del enanito de Klee
Esta obra, titulada como El cuento del enanito, la realizó Paul Klee en el año 1925 y es un excelente ejemplo de su peculiar artístico que bebió de diferentes influencias de las muchas vanguardias que se desarrollaron durante las primeras décadas del siglo XX.
Paul Klee (1879 – 1940) por un lado fue amigo de Vasily Kandinsky y por lo tanto seguidor de las formas del expresionismo y de la abstracción. Pero por otra parte también se sintió atraído hacia el arte cubista, algo que descubrió durante un viaje a París en 1912. Según su personal interpretación del Cubismo, no se trataba tanto de un intento de representar de una novedosa forma la realidad, sino como de abrir nuevas posibilidades para jugar con las formas, y por lo tanto crear.
Klee era suizo de nacimiento, pero estuvo íntimamente ligado al arte alemán de su tiempo. Como ejemplo, su visión sobre el cubismo se puede descubrir en una charla que dio en la Bauhaus, a la que acuidó invitado por el arquitecto y fundador Walter Gropius. Allí explicó cómo se trataba de jugar con las líneas, las formas y colores hasta encontrar un sentimiento de equilibrio y de adecuación. Explicó que conforme pintaba, esas formas le podían ir sugiriendo algún tema real o fantástico, y si esa visión le ayudaba en su pintura era lo ideal. Creía que ese proceso era más interesante que pintar fielmente la realidad. De alguna forma, así la realidad, la naturaleza, se iba creando a través del trabajo del artista.
Un ejemplo, de cómo a partir de lo que pinta va surgiendo el tema es esta obra de El cuento del enanito. Lo que nos muestra es la mágica transformación de un gnomo, ya que la cabeza del hombre más pequeño también puede identificarse como la parte inferior de la cabeza más grande que situó arriba. Es más que posible que ese efecto no lo llevará Klee en su cabeza antes de comenzar el cuadro, ni siquiera durante las primeras pinceladas, sino que su modo de pintar tan libre y dejándose llevar, le transmitió esa posibilidad y fue lo que finalmente representó. Casi como una visión, como un sueño. Y es que Paul Klee también estuvo interesado en el arte surrealista, si bien no se le puede considerar un artista de esta corriente. En realidad, casi de ninguna porque tuvo un estilo y una filosofía del arte muy peculiar, con múltiples influencias, que hace que creaciones suyas como Al estilo de Kairouan solo puedan ser de Klee.
De hecho, en su obra se pueden diferenciar varias épocas y estilos, pero siempre creyó en esa posibilidad de que la obra fuera creciendo de acuerdo a sus propias leyes, para lo cual era absolutamente necesario el trabajo incesante del artista.