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Fachada de Saint Jacques de Walter Sickert

Publicado por A. Cerra

Fachada de Saint Jacques de Walter Sickert

El estilo impresionista desde sus raíces francesas se fue expandiendo por toda Europa, entre otras cosas, porque París desde el último tercio del siglo XIX se había convertido en la capital artística del mundo, y fueron muchos los creadores de todo el mundo que hacían un viaje más o menos largo hasta el país galo para empaparse de la modernidad de la época.

Uno de esos artistas fue Walter Richard Sickert (1860 – 1942). Un personaje de nacionalidad británica, si bien fue un auténtico cosmopolita. Empezando por sus propios antecedentes familiares, ya que su padre era danés-alemán, mientras que su madre era medio irlandesa y medio inglesa. Y por si fuera poco, él nació en Múnich, Alemania. No obstante, debemos considerarlo británico, ya que ahí se crió y dio sus primeros pasos como artista, de hecho comenzó sus estudios integrado en el estudio del gran James McNeill Whistler, uno de los mejores pintores británicos de la época gracias a obras como Composición en gris y negro.

Sin embargo las inquietudes de Walter Sickert pronto le hicieron cruzar el Canal de la Mancha y llegar al continente. Y fue precisamente en uno de los puertos franceses más próximos a las islas británicas donde encontró uno de sus lugares vitales predilectos. La ciudad de Dieppe en Normandía.

Ahí pasó una breve temporada, tras lo cual por fin viajó hasta París. Llegó a la capital francesa en 1883 y estableció contacto con diversos pintores, en especial con Edgard Degas, cuya influencia iba a ser capital en la pintura de Sickert. E incluso, después estuvieron juntos un tiempo en Dieppe, en donde Walter R. Sickert hizo una larga parada antes de regresar a Londres.

En la capital de su país mostró su arte impresionista y trató de ganarse la vida haciendo retratos. Pero no lo consiguió. Por ello, en 1898 regresó a Dieppe. Ahí realizó infinidad de obras como la que aquí vemos de la Fachada de Saint Jacques, pintada en 1902. Aún así regresó a las islas en 1905, si bien en los años posteriores y también pasada la Primera Guerra Mundial regresó en diversas ocasiones y durante largas temporadas a su ciudad francesa de adopción.

En el cuadro que vemos aquí se muestras su particular visión del Impresionismo, convirtiendo en algo etéreo un elemento tan sólido como un edificio. Eso lo consigue gracias a las pinceladas sueltas de color. No hay dibujo. Solo luz y color, en especial mucho amarillo y también púrpura.

El lema de Sickert e incluso su consejo a otros artistas era no hacer una pintura demasiado segura. Buscaba hacer algo suelto, ligero y rápido. Aún así su indudable maestría con los pinceles consiguen que por momentos tengamos la impresión de que se detiene en ciertos detalles de la arquitectura. No tanto en la calle, donde todo parece emborronado e indefinido.