Feni de Vasarely
El pintor húngaro Víctor Vasarely (1906 – 1997) está considerado como uno de los máximos representantes de una de las más peculiares vanguardias artísticas del pasado siglo XX, el Op Art, abreviatura de la corriente artística Optical Art nacida en los años 50 en Estados Unidos. Si bien, él siempre calificó su producción de arte cinemático, ya que relacionaba sus imágenes con el movimiento virtual o aparente.
Nacido en Pécs, Hungría, en 1906, Vasarely mostró un temprano interés por el arte y el diseño. Antes de establecerse en París en 1930, estudió en la Academia Műhely de Budapest, conocida como el «Bauhaus de Budapest». Fue allí donde Vasarely comenzó a desarrollar su pasión por el arte abstracto y el uso de formas geométricas, elementos que se convertirían en fundamentales para su estilo artístico posterior.
Y es que Vasarely con sus obras, algunas en blanco y negro, otras en color, y otras incluso en tres dimensiones, lo que pretende es plasmar la idea de la relación existente entre la propia obra y cada una de las personas que la observan. Según sus propias palabras es mucho más importante experimentar la presencia de una obra artística que llegar a entenderla. De ahí que él conciba el arte con un medio de expresión ligado con las sensaciones, porque lo que busca es provocar un efecto físico en aquel que se sitúa ante sus cuadros, sin importarle tanto el ingrediente intelectual.
La corriente del Op Art, esencialmente centrada en la ilusión óptica y el movimiento percibido, obtuvo reconocimiento internacional a mediados de los años 60, particularmente con exposiciones clave como «The Responsive Eye», celebrada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1965. En esta muestra, la obra de Vasarely destacó significativamente, impulsando su relevancia dentro del movimiento artístico.
Toda su producción artística se puede resumir en esta obra titulada Feni. Siempre genera composiciones a partir de una especie de ajedrezado, que en realidad son las piezas con las que crea su juego visual. Porque sus obras buscan ser estímulos para la vista.
Unas obras en las que es un componente muy importante la ambigüedad y la desorientación óptica, provocada a base de ritmos y tramas geométricas sincopadas. Con ello logra crear movimiento, aunque en realidad ese movimiento lo genere el ojo del espectador. Lo cierto es que aplica una especie de dimensión temporal a la obra, algo que ya había hecho décadas atrás los pintores futuristas o el inclasificable Marcel Duchamp.
Y ese efecto lo consigue aplicando a su arte un meticuloso estudio de la geometría y de la física, así como también estudió en profundidad las propiedades perceptivas que poseen cada uno de los colores. Vasarely empleó técnicas innovadoras que incluían el uso de materiales como el aluminio y el plástico. Estas elecciones le permitieron experimentar con texturas y reflejos, creando efectos visuales únicos que enfatizaban el movimiento virtual en sus obras. Su exploración detallada de la paleta cromática contribuyó a las fuertes vibraciones ópticas de sus composiciones. A lo que habría que añadir su experiencia en el mundo profesional de la publicidad, ya que Victor Vasarely cuando llegó desde su Hungría natal a París, los primeros trabajos que desarrolló fueron en el campo de la publicidad como grafista.
La influencia de Vasarely se extiendió más allá de la pintura, alcanzando el ámbito del diseño y la arquitectura. Sus principios artísticos han sido aplicados en proyectos arquitectónicos, donde sus patrones geométricos se han incorporado para transformar espacios urbanos en juegos visuales tridimensionales.
A partir de aquel momento fue evolucionando desde un arte más figurativo hasta las formas geométricas que vemos en su obra Feni. No obstante, su arte fue fruto de una constante evolución y una concienzuda investigación, llegando a incorporar a sus lienzos nuevos materiales, algunos metálicos como el aluminio.
Poco a poco su prestigio como pintor de vanguardia fue creciendo y alcanzó un alto reconocimiento a nivel mundial, incluso se creó su propia fundación en 1971 en Gordes, un pequeño pueblo de la Provenza, al sur de Francia. Una fundación que sigue activa en la actualidad, y donde también hay un museo en honor de este pintor. La Fundación Vasarely, inaugurada en 1976 en Aix-en-Provence, surge como un espacio dedicado a la investigación y exhibición de su obra. Este centro no sólo preserva el legado de Vasarely, sino que también promueve la educación sobre el arte óptico mediante exposiciones y actividades culturales, reafirmando la relevancia de su impacto en el arte contemporáneo. Este museo de Gordes junto con el museo Vasarely de Hungría son los centros donde más obras de este personal pintor se pueden contemplar.