Gloria de la Virgen de Bortolini
Si hay un elemento emblemático de la pintura del siglo XVIII ese es el trampantojo arquitectónico o “quadratura”. Es decir, la capacidad de pintar una perspectiva en un espacio construido dando la sensación de que se trata de un lugar mucho más amplio de lo que es en realidad, e incluso de que está abierto al exterior o que da la sensación óptica de una forma distinta a la real.
Es cierto que los efectos de trampantojo (o trampa al ojo) ya se habían inventado mucho antes. De hecho hay maravillosos precedentes como la Galería Farnesio de Carracci o la pintura del Paraíso de Lanfranco. Pero es al final del periodo barroco cuando estas composiciones van a convertirse en una tendencia que concebía la arquitectura y la pintura como unos elementos más de la escenografía final.
Los ejemplos son muchísimos. Aquí os traemos esta pintura realizada por Mattia Bortoloni en el Santuario de Vicaforte, en la región del Piamonte al norte de Italia, entre los años 175 y 1748. Una pintura para la que contó con la colaboración de Giuseppe Galli da Bibiena, quien estaba especializado precisamente en pintar la arquitectura ilusoria de este tipo de composiciones. Mientras que Bortoloni es el autor de los grupos de figuras que parecen sobrevolar el espacio del santuario y que representan la escena de la Gloria de la Virgen.
La técnica de la quadratura se basa en la creación de una ilusión óptica que engaña al espectador haciéndole creer que está viendo una arquitectura tridimensional. Para lograr este efecto, el artista debe tener un conocimiento profundo de la perspectiva y ser capaz de aplicarla con precisión en su obra. En el caso de Bortoloni, su maestría en esta técnica es evidente en la forma en que ha logrado crear la impresión de una cúpula mucho más alta de lo que realmente es.
Además de la quadratura, Bortoloni también ha empleado otra técnica común en la pintura barroca: el uso de la luz y el color para crear un sentido de profundidad y volumen. La luz dorada que baña toda la escena no solo añade un toque de majestuosidad a la obra, sino que también ayuda a resaltar las figuras y a crear una sensación de espacio tridimensional.
Sin duda alguna el conjunto tiene un carácter escenográfico evidente. Además de que es de una calidad indudable, ya que la osada perspectiva con la que se genera toda la escena y su movimiento es magnífica. Desde luego que es uno de los ejemplos italianos de “quadratura” con un mayor virtuosismo.
La cúpula constructivamente es lisa, salvo por los óculos circulares de su base. Sin embargo, nos parece que sea una cúpula de casetones, pero estos están pintados. Sin olvidar que la perspectiva elegida nos da la sensación de una cúpula mucho más alta de lo que es en realidad. Y no solo eso, sino que nos parece que se ha roto y abierto para que podamos ver el cielo. Todo ello gracias a un escorzo increíble pero que ópticamente genera una visión real.
Ese es el maravilloso fondo en el que se encuadran distintos grupos de figuras como suspendidos en el aire. Están repartidos estratégicamente en distintos puntos de la cúpula elíptica. Unos grupos que siempre irradian dinamismo y movimiento.
Y todo el espacio arquitectónico lo vemos bañado en una luz dorada, la más apropiada para una escena de glorificación. Ya que todo el programa iconográfico está concebido para representar la Gloria de la Virgen, la cual es el centro de toda la acción. En este sentido, Bortoloni ha sabido captar a la perfección la esencia de la pintura barroca, caracterizada por su teatralidad y su énfasis en la emoción y el drama. La Gloria de la Virgen no es solo una obra de arte, sino también una verdadera obra de teatro visual.