La chiquita piconera de Julio Romero de Torres
Esta obra pintada con las técnicas del óleo y también del temple sobre óleo es una de las creaciones más emblemáticas y valiosas del pintor andaluz Julio Romero de Torres y en la actualidad se expone en el museo que lleva su nombre en Córdoba, la ciudad donde nació en 1874.
Precisamente nació en el seno de un familia de artistas, también su padre era pintor y además conservador del Museo de Córdoba, por eso Julio Romero de Torres nació en una casa anexa al museo y vecina del Conservatorio de música de la ciudad.
Con todos esos ingredientes parecía lógico que llegará a ser un gran artista que vivió a caballo de Madrid y Córdoba, adonde regresó en sus últimos días de vida a morir.
Pero poco antes de eso pintó esta obra, en el mismo año de su muerte, 1930. Aquí vemos el prototipo de mujer española y andaluza que tantas veces pintó. En ocasiones basándose en modelos anónimas y otra en grandes figuras del cante, el baile o la interpretación, ya que retrato a las grandes estrellas del momento en España como eran La Bella Otero, Raquel Meller o Pastora Imperio.
En realidad, muchas de las modelos anónimas que contrataba acababan por convertirse en un poco famosas, como la muchacha que eligió para esta obra de La chiquita piconera, a la cual también pintó en otra de sus más famosos cuadros, como es La Fuensanta, que incluso aparecía como ilustración en los viejos billetes españoles de cien pesetas.
Esta muchacha fue María Teresa López, nacida en Argentina de emigrantes españoles que pronto regresaron a su Andalucía. La muchacha era el prototipo de belleza que buscaba el pintor. Una figura esbelta, cabellos negros en una larga melena o en moños y unos ojos oscuros inmensos. Un tipo de belleza que pintó hasta la saciedad y que realmente le apasionaba, ya que Romero de Torres era famoso por su arte, pero también por ser muy mujeriego.
De hecho, siempre se ha especulado con que esta chica fue su última gran amante. Si bien, nunca se confirmó por completo, sobre todo por parte de la interesada que vivió hasta el año 2003.
En definitiva, la belleza de la muchacha es innegable, y a ello se le suma la carga de sensualidad de su pose y su mirada. Está sentada sobre una silla y a sus pies tiene un brasero de picón. La chica nos mira directamente, mostrándonos un hombro desnudo y sus piernas son todo sexualidad con la falda arremangada y brillando por su medias color carne.
Es una figura cargada de erotismo. Algo habitual en muchas obras de Romero de Torres, quién a veces realizaba desnudos integrales inspirándose en maestros clásicos como Goya o Tiziano. Pero otras muchas veces le bastaba con los rostros y las miradas para crear esas atmósferas tan sensuales.
Eso no significa que no fuera capaz de pintar otras cosas, entre ellas paisajes, como el que se ve aquí por la ventana, donde se distinguen elementos emblemáticos de Córdoba como es su río Guadalquivir y el Puente Romano atravesándolo.