La gitana de Franz Hals
Se trata de una tabla pintada al óleo por el pintor Franz Hals entre los años 1628 y 1630, y que hoy en día se conserva en las salas del museo del Louvre de París.
Este cuadro lo realizó en uno de sus momentos de plenitud artística, ya que por esas mismas fechas ejecutó algunas de sus obras maestras como el Alegre bebedor conservado en el Rijksmuseum de Amsterdam o el cuadro Hille Bobbe del museo de Berlín. En todos ellos hay un elemento común, y es cierta intención de satirizar a los retratados, si bien en el caso de La gitana ese espíritu de sátira es menor. No es un personaje tan de comedia como en los otros ejemplos, se trata más de un retrato.
En realidad a lo largo de la extensa producción pictórica de Hals son bastante habituales las imágenes de pícaros y las ambientaciones en garitos de cierta sordidez. Algo que por otra parte es bastante habitual en los pintores de la ciudad holandesa de Harlem, donde vivía Franz Hals aunque él había nacido en territorio belga, en Amberes, en un año que se desconoce a ciencia cierta, aunque se cree que vino al mundo entre los años 1580 y 1585.
Esa habitual temática picaresca en la pintura de Harlem se debe a que abundaba en la ciudad por aquel entonces ese tipo de ambientes y de personajes, aunque tampoco hay que olvidar que Hals es un pintor de su tiempo, o sea, barroco, y por aquel entonces un genio de la pintura como Caravaggio había puesto de moda ese tipo de ambientaciones para sus obras. Con el paso del tiempo los retratos de pícaros y gentes de mal vivir acabaron por convertirse en todo un género en la pintura holandesa.
Pero además de por esta razón, Franz Hals pasa por ser uno de los más grandes retratistas de su época, y muchos adinerados burgueses de aquel momento posaron para él. El resultado de estas obras, como en los retratos que hizo de otros personajes más anónimos como La gitana, es que logra pintar retratos de gran profundidad psicológica, sabiendo captar el espíritu del retratado y lo que quieren transmitir, siempre a partir de una exquisita factura basada en un magistral uso de una pincelada espontánea, como si el cuadro hubiera surgido de pronto fruto de la inspiración del momento.
Es muy interesante detenerse cerca de la obra, ya que se pueden distinguir muchas de las pinceladas aplicadas por el pintor, dejando a la vista los sutiles movimientos de su mano, ya que rara vez usaba brochas gruesas. De alguna forma de esa cualidad suya para dejar patente la ejecución de la obra se desprende la idea de la fugacidad de la vida. Para conseguir ese efecto, Hals consiguió aunar en un proceso único las fases de dibujo y pintura sobre el lienzo, a base de esas pinceladas sueltas, abiertas y atrevidas.
Y además de todo esto, está su gran capacidad para plasmar la idiosincrasia de cada uno de los personajes retratados, y en el caso de La gitana, sin duda nos muestra una chica desenvuelta, alegre, con un toque de picardía y desvergüenza.