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La incredulidad de Santo Tomás de Matthias Stom

Publicado por A. Cerra

La incredulidad de Santo Tomás de Matthias Stom

Este cuadro, que se guarda en el Museo del Prado de Madrid, a lo largo del tiempo ha sido atribuido a diversos pintores del Barroco. Primero se pensó que sería una obra realizada por Gerrit von Honthorst, autor del siglo XVII de obras como Cristo ante el sumo sacerdote. Y posteriormente también se pensó que sería una creación de otro artista barroco como Hendrik ter Brugghen. Todos ellos maestros de los Países Bajos muy influidos por el arte de Caravaggio.

Sin embargo en la actualidad el lienzo está catalogado bajo la autoría de Matthias Stom (h. 1600 – después de 1650), quién lo pudo hacer entre los años 1641 y 1649. Unos años en los que Stom fusionó la influencia de su origen nórdico con lo que había aprendido durante su larga estancia en la ciudad de Nápoles. De hecho pasó muchos años en Italia, e incluso se piensa que falleció en la isla de Sicilia.

A sus años napolitanos hay que atribuir el modo tan realista y expresivo de retratar a los personajes, que podrían ser igual a las personas que vería por las calles de esa ciudad italiana. Eso sí, trasladadas a una escena evangélica. En concreto narrada en el Evangelio de San Juan, donde se cuenta que una vez que Jesucristo había resucitado, uno de sus apóstoles, Tomás quiso cerciorarse de que realmente era él y para eso metió la mano en las heridas que llevaba en el costado.

El cuadro es un fabuloso ejemplo de la corriente tenebrista que inundó por unos años la pintura italiana. Todo basado en el realismo y el gran protagonismo concedido a la luz. Algo que aquí se focaliza por completo en la figura de Jesús, cuyo rostro y torso desnudo queda por completo bañado por la iluminación de la escena.

Su figura se ve algo distanciada del resto de los Apóstoles, de los cuales se intuye alguna cara en penumbra, y la espalda y el cogote de Santo Tomás en primer plano. Una presentación algo extraña, darnos la espalda a los espectadores, pero eso le permite a Stom que su brazo no tenga que hacer un raro escorzo para acercarse a las heridas de Jesucristo.

En definitiva, es una obra muy propia de un momento histórico concreto y de un grupo de pintores originarios de los Países Bajos que se asentaron en Italia entusiasmados por el modo de pintar de Caravaggio. De ahí, la confusión respecto a su atribución. A lo cual también hay que sumar que la tela no está íntegra. Aparece recortada y sin firma alguna. Un recorte que seguramente se debe a que salió dañada del incendio que hubo en el Alcázar de Madrid en el año 1734, donde se guardaba mucho antes de que se fundara el Museo del Prado.