Mi Egipto de Charles Demuth
Charles Demuth fue un pintor estadounidense nacido en 1883 en el estado de Pensilvania, más en concreto en la provinciana ciudad de Lancaster. Y en ese mismo lugar murió en 1935. Ese no es un dato baladí, ya que Lancaster está muy presente en sus obras más icónicas, incluido este óleo de Mi Egipto que hoy cuelga en las paredes del Whitney Museum de Nueva York y que el artista realizó en 1927.
Si bien no hay que pensar que Demuth jamás salió de su pueblo. Al contrario. Sus primeros años de formación los pasó en Philadelphia y siendo joven viajó a Europa, concretamente a París donde estudió en las academias de pintura más afamadas de la época y donde estableció contacto con muchos pintores representantes de las corrientes de vanguardia.
Tras eso, regresó a los Estados Unidos y se estableció en Nueva York. Ahí comenzó a labrarse una destacada fama como pintor, y sobre todo eran muy valoradas sus pinturas florales y frutales. Pero al mismo tiempo, comenzó a regresar a su pueblo de Lancaster, que acabó siendo su residencia fija y el lugar donde vivió sus últimos años, bastante debilitado por sus problemas de diabetes e inspirándose para sus obras en el entorno de su casa. De hecho, convirtió la habitación de la vivienda paterna que daba a su jardín en el taller de trabajo.
Ahí culminó una serie de obras en las que reflejó los edificios más modernos de los alrededores. Entre ellos estaban estos silos de grano, los cuales en su simpleza quiso comparar con la arquitectura faraónica, la cual había recobrado mucho renombre en aquellos años tras el reciente hallazgo de la tumba de Tutankamón.
Por otro lado, la imagen y su título se abren a distintas interpretaciones. Por ejemplo, se puede vincular la extraordinaria producción agrícola de Pensilvania como la de Egipto que incluso se convirtió en el granero del Imperio Romano. Aunque también hay quien relaciona ese título con el Egipto donde se retuvo a los judíos, al igual que Demuth estaba “retenido” por la enfermedad en Lancaster, muy alejado de los círculos cosmopolitas, creativos y más libres de las grandes ciudades.
No hay que olvidar el ambiente conservador de la pequeña población donde residía, un lugar donde por ejemplo no era muy bien vista su homosexualidad. De alguna forma se sentía preso en ese lugar, tal y como se traduce de su correspondencia. Y además era muy consciente de que su final no estaba muy lejos. Por eso también hay autores que han interpretado este cuadro como su propio memorial. Una obra que él mismo calificó como una de las mejores antes de vendérsela al museo neoyorquino donde actualmente permanece.