Minerva vistiéndose de Lavinia Fontana
Esta obra de 1613 y que se conserva en la Galería Borghese de Roma es una de los últimos grandes cuadros que realizó la pintora Lavinia Fontana (1552 – 1614), la cual junto a Sofonisba Anguissola representa a las mujeres pintoras del Manierismo y los comienzos del Barroco. Unas artistas que en su día alcanzaron renombre entre sus contemporáneos, y sin embargo con el paso del tiempo fueron cayendo en el olvido.
Lavinia Fontana en concreto llegó a ser pintora oficial en el Vaticano de los Papas Clemente VIII y Pablo V. Su prestigio en la época está fuera de toda duda, ya que dirigía su propio taller y se sabe que realizó centenares de obras, tratando en ellas diversos géneros, desde retratos a escenas religiosas, pasando por las temáticas mitológicas como vemos en este lienzo de Minerva vistiéndose.
Lo cierto es que a Lavinia el don artístico le venía de familia, ya que aprendió pintura con su padre el pintor Prospero Fontana, representante de la Escuela de Bolonia, una ciudad que era un auténtico hervidero artístico en aquellos años gracias a la aparición de figuras como Guido Reni o los hermanos Carracci. Por cierto, quizás no sea casual que Lavinia diera aquí sus primeros pasos artísticos, ya que la histórica Universidad de Bolonia fue la primera en aceptar mujeres en sus cursos, y desde luego el espíritu progresista siempre se ha respirado en esta urbe del norte de Italia.
En Bolonia desarrolló gran parte de su obra y ahí se casó con otro pintor que también se formó con su padre. Sin embargo, las crónicas cuentan que la calidad del arte del marido era bastante inferior, y él no tuvo problema en aceptarlo. De manera que Lavinia era la que llevaba el taller y su marido, Gian Paolo Zappi se encargaba del hogar y le echaba una mano con la pintura de vez en cuando. Aunque teniendo en cuenta que el matrimonio tuvo hasta 14 hijos, debían andar bastante ocupados ambos.
El caso es que Fontana trabajó sin parar y sus cuadros se cotizaban muy bien, ya que nunca faltó el dinero en esa casa y hasta se convirtió en coleccionista de antigüedades. Tal fortuna la empezó a fraguar como retratista, haciendo efigies donde no solo captaba a la perfección la fisionomía de los retratados, sino que sabía detenerse en infinidad de detalles de sus ropas, mobiliario y joyas. Ese carácter lujoso de su pintura y el dominio de los colores fuertes suponían una mezcla de estilos boloñés y veneciano muy apreciado por los potentados para los que trabajó.
Pero a partir de ahí su arte evolucionó a otros temas. Desde luego trabajando en la corte papal, hizo numeroso cuadros de temática religiosa. Pero lo más llamativo son sus escenas mitológicas, donde hizo algo no visto hasta entonces. Fue una mujer que pintó desnudos en obras de gran formato. A veces desnudos femeninos como en esta obra, pero también los hizo de personajes masculinos.