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Moulin Rouge de Anquetin

Publicado por A. Cerra

Moulin Rouge de Louis Anquetin

Las similitudes entre este cuadro de Louis Anquetin (1861 – 1932) y el homónimo Moulin Rouge que pintó Toulouse Lautrec son bastante evidentes. Y no solo porque sea el mismo lugar el representado y un instante similar en el que una mujer domina la pista de baile y el resto de personajes la observan con detenimiento y se comportan casi como un fondo para esa bailarina. También es similar en el espíritu festivo y en la intención de experimentación que los artistas postimpresionistas estaban llevando a cabo.

Ambas telas tienen unos años de diferencia. La primera la pintó Toulouse Lautrec en 1890, mientras que en 1893 pintó la suya Anquetin. No obstante ambos pintores se conocían desde unos años antes. Cuando Anquetin llegó a París desde su Normandía natal hacia el año 1882 comenzó a estudiar pintura en el estudio de Leon Bonnat, y allí conoció a Toulouse Lautrec y entablaron una fuerte amistad. Tanto es así que ambos se fueron un par de años después a otro estudio. Donde además iban a ampliar su círculo de amistades con otros personajes como Van Gogh o Emile Bernard.

Es importante destacar que Anquetin y Lautrec compartían no solo la amistad, sino también una visión similar del arte y de la vida. Ambos eran apasionados de la noche parisina, de sus cabarets y de sus personajes. Esta pasión se refleja claramente en sus obras, donde la vida nocturna de París es la protagonista. Ambos artistas lograron capturar la esencia de la Belle Époque, con sus luces y sombras, sus alegrías y sus tristezas, sus excesos y sus carencias.

No obstante, aunque Toulouse Lautrec y Anquetin tuvieran un importante amistad y pintaran cuadros semejantes, no solo este del cabaret Moulin Rouge, sino también ciertos retratos, ya que ambos pintaron a ciertos personajes como la Goulue. Pero pese a eso, poco a poco su estilo se fue diferenciando cada vez más.

De hecho, Anquetin junto a Emile Bernard son los máximos representantes de un estilo que en la época se comenzó a llamar cloisonismo. Una técnica que consistía en delimitar claramente mediante contorno negros las zonas de color de cada parte de una figura o cosa. Una técnica que también trabajaron otros artistas como el propio Vincent Van Gogh, y que de alguna forma era deudor de las veneradas estampas japonesas tan codiciadas en la época. Si bien también es relacionable con las vidrieras de las iglesias medievales, donde cada imagen se construyen a partir de líneas de plomo que se convierten en la estructura que sostienen los vidrios de colores.

Sin embargo ese espíritu de modernidad en el caso de Anquetin se fue diluyendo poco a poco, aunque nos ha legado obras realmente hermosas y atractivas como por ejemplo la titulada Ráfaga de viento sobre un puente del Sena, la verdad es que paulatinamente fue acercándose más a la pintura de los grandes maestros de la historia. En especial de pintor flamenco Rubens, cuyo estilo con pasión, e incluso en el año 1924 llegó a publicar un libro sobre el genio del arte barroco.

Este cambio en su estilo artístico puede verse como una evolución natural en su carrera. A medida que Anquetin maduraba como artista, también lo hacía su visión del arte. Su admiración por los grandes maestros del pasado no era incompatible con su espíritu innovador y experimental. De hecho, Anquetin siempre se consideró un artista en constante evolución, alguien que nunca dejó de aprender y de buscar nuevas formas de expresión. En este sentido, su obra es un reflejo de su inquietud artística y de su constante búsqueda de la belleza.