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Murales de Bonampak

Publicado por A. Cerra

Murales de Bonampak

Estas pinturas murales son una de las máximas expresiones de la sociedad maya en su época más próspera. Nos trasladan a esa época, allá por los siglos VIII y IX, en el que los mayas dominaban gran parte de Centroamérica, y para ejercer ese dominio no dudaban en entrar en cruentas guerras con otros pueblos vecinos, torturar a sus enemigos o hacer sacrificios verdaderamente crueles.

Además de la propia narración histórica, en esas imágenes se puede descubrir la moda de la época, momento en el que a los mayas les encantaba vestir con vestidos de lo más recargados y donde no faltaban los complementos hechos con pieles, plumas o elementos vegetales. Todo un repertorio que además de servir de ornamento, también sería práctico para distinguir los diferentes oficios y estamentos sociales.

Todo ello se usa para hacer un relato histórico, donde además hay textos en el que quedan reflejados distintos reyes o reinas, así como fechas de acontecimientos tan variadas como guerras o entronizaciones matrimonios.

Las pinturas son el mejor conjunto de frescos conservado de la América precolombina. Una maravilla artística que además muestra un estilo artístico muy exquisito y dominado por los colores vibrantes. Todo ello en las paredes y techos de un pequeño templo del estado mexicano de Chiapas. Por lo que habría que imaginarse la majestuosidad que tendrían otros grandes templos que han llegado hasta nuestros días como el de Tikal en Guatemala o el Chichén Itza, de nuevo en México.

El caso es que el buen estado de conservación de este descubrimiento, que data del año 1846; ha sido determinante para conocer las características del arte pictórico de los mayas. Allí, en el interior de la selva Lacandona, se halló un pequeño templo con tres estancias interiores. Y en ellas todo el espacio está repleto de pinturas murales. Por cierto un trabajo firmado por un tal Ooch (que se podría traducir como zarigüeya), quien recibió el encargo del gran gobernante Chaan Muan II.

El resultado es de un enorme naturalismo, en el que la línea de dibujo para perfilar las figuras llama la atención. Aunque también es muy interesante el modo de aplicar el color, a partir de masas uniformes, que de vez en cuando se superponen para dar una idea de volumen. Son una especie de frisos narrativos con sentido horizontal. Si bien en altura se van superponiendo distintas escenas y nuevos frisos.

Por otra parte hay convenciones muy propias de todos los artes antiguos, como que los gobernantes aparezcan a mayor escala que el resto o que los enemigos tengan un tamaño inferior.