Negro con mandolina de Derain
Definitivamente la trayectoria artística de André Derain (1880 – 1954) es tan desconcertante como cautivadora. Para empezar porque trabajó en diferentes disciplinas artísticas como la escultura o el dibujo. Si bien sus cotas más altas de creatividad y reconocimiento las alcanzó en la pintura y también aquí desarrolló estilos y formas que por momentos hasta nos pueden parecer contradictorias.
Lo mismo juega con los colores de una forma fauvista en obras como Barcas en el puerto de Collioure, que nos puede parecer un seguidor del puntillismo en cuadros como El puente de Waterloo. Pero además siempre tuvo muy presente la historia de la pintura y realizó numerosos tributos a grandes maestros de las generaciones anteriores. Este Negro con mandolina es un buen ejemplo.
La referencia inmediata para esta imagen de 1930 que se expone en el Museo de L’Orangerie de París es Manet y la pintura española. Es un tipo de pinturas que algunos de sus contemporáneos rechazaron sin objeción, como Wlaminck que llegó a decir que Derain “pintaba para los anticuarios de Versalles”. Y la verdad es que este giro en su pintura tuvo muchos detractores en su momento. Si bien, también contó con el favor de ciertos críticos y personajes relevantes de la cultura francesa.
No obstante, esa evolución para él resultó un proceso lógico. Después de haber sido uno de los máximos representantes del Fauvismo y de las primeras vanguardias, llegó a la conclusión de que no quería ser un pintor de su tiempo, sino de todos los tiempos. Y para eso volvió su mirada hacia la tradición, y más hacia los museos que a las galerías de arte.
Una mirada que le llevó a pasar por formas a su vez muy variadas, desde alargar los cuerpos al estilo manierista o darles una expresión gótica hasta inspirarse en formas tan curiosas como las pinturas romanas de Pompeya, los iconos bizantinos o el arte negro. Además de venerar a artistas tan conocidos como Rafael, Caravaggio, Poussin o Corot.
Con tan singular mezcla emprende su propio camino. No se limita a copiar, como se le llegó a acusar. Son cuadros de aire antiguo pero al mismo tiempo de factura moderna. No busca ser un erudito de la historia del arte ni hacer una pintura perfecta, de hecho comete ciertas imperfecciones para darle vida a su arte. Y desde luego con formas e ideas del pasado crea unas imágenes con la personalidad de André Derain, como se manifiesta en esta curiosa sinfonía de colores marrón, blanco y ocre que nos toca el Negro con la mandolina.