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Paisaje con Ascanio asaeteando el ciervo de Silvia de Claude Lorraine

Publicado por A. Cerra

Paisaje con Ascanio asaeteando el ciervo de Silvia de Claude Lorraine

Al francés Claude Lorraine se le considera uno de los mejores representantes de un subgénero pictórico dentro del paisajismo. Se trata de paisajes ideales, o también llamados clásicos, ya que muchas veces se inspira en relatos de la Antigüedad para representar esa naturaleza tranquila, armónica, casi perfecta y que desprende nobles ideales y serenidad.

Ese es el caso de este óleo que realizó en 1682 y que se basa en parte del poema épico de La Eneida escrito por Virgilio en el siglo I a. C. En concreto nos presenta al hijo de Eneas, Ascanio en el momento que lanza una flecha al ciervo favorito de Silvia, la hija del vaquero del rey local en el área de Roma. Un incidente que según la mitología dio origen a una guerra que acabó con el territorio en manos de Eneas, el inicio de lo que acabaría siendo la Roma Imperial.

Lo cierto es que el paisajismo no era el estilo más demandado en aquellos años del Barroco y menos aún en tierras italianas donde desarrolló su carrera este pintor. Sin embargo, la calidad del arte de Lorraine, así como saber fundir la belleza del paisaje con alguna escena mitológica y cierto mensaje moral, le hizo triunfar entre los más ricos de la época, así que no le faltaron encargos. De hecho, su trabajo se convirtió casi en un producto de lujo. Entre otras cosas porque su proceso de trabajo era muy lento, tanto por su nivel de detalle como por su carácter maniático en la búsqueda de la perfección. Además de que no dudaba en emplear los materiales más caros de la época en cuanto a pigmentos.

Así que solo pintaba unos pocos cuadros al año y había hasta lista de espera para una clientela muy selecta en la que no faltaban Papas ni reyes. El caso es que esta obra la realizó para el príncipe Lorenzo Onofrio Colonna, perteneciente a una familia que decía descender el propio Eneas.

La obra representa todas las constantes del paisajismo clásico de Claude Lorraine. Es una vista armónica y equilibrada, con una escena que no representa el momento más dramático, sino que se convierte en una premonición de lo que va a suceder. Al mismo tiempo que está lanzando la idea de que las acciones humanas pueden destrozar el orden poético más natural. Ese mensaje se plasma gracias a un cielo tormentoso o las ramas de los árboles agitadas por el viento.

Curiosamente, los grandes renovadores de la pintura de paisaje en Italia fueron dos pintores franceses, el propio Lorraine y Nicolas Poussin. Ambos paisajistas clásicos, pero con tonos diferentes, ya que el primero es mucho más sensible en su manera de entender el arte, mientras que Poussin optó por unos métodos de representación basados en lo racional.