Retrato de Jerónimo de Ayanz
En este retrato podemos ver el aspecto de Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553 – 1613), un personaje tan desconocido como apasionante en la época del Siglo de Oro español.
Nacido como segundo hijo en una familia acaudalada de Navarra, parecía que su destino estaba enfocado hacia la carrera militar. Y de hecho, desde joven se formó para ello, así como realizó estudios en otras diversas materias. Pero pronto el ejército comenzó a ocupar todo su tiempo ya que durante años participó en los numerosos frentes que tenía abiertos España.
Luchó en Túnez, en Lombardía o en Flandes. De hecho allí destacó por su valor y alcanzó gran prestigio, tanto que el propio Lope de Vega ensalzó su valentía en la obra de teatro Lo que pasó en una tarde, publicada unos años después de su muerte.
Tal carrera militar se vio recompensada con el título de Comendador de Calatrava otorgado por el rey Felipe II. Y posteriormente se le declaró administrador de la minas del reino, tanto en España como en América. Es ahí donde inició los trabajos por los que es merecedor de pasar a la posteridad.
Como encargado de la producción minera diseñó una serie de inventos para garantizar la rentabilidad de esas minas y mejorar las condiciones de trabajo. Así creó un sistema de canalización para extraer las aguas del interior de las minas, evitando de esta manera los problemas de inundaciones. Y para ello creó un singular sistema en el que recurría cosas como el principio de la presión atmosférica y la termodinámica, cuando tales ideas todavía no había sido definidas. Además de que empleaba la fuerza del vapor, o sea, que creó una primitiva máquina de vapor, siglos antes de que se generalizara con la Revolución Industrial.
Y también aprovechó todo ese sistema para crear una especie aire acondicionado que regeneraba la temperatura en el interior de las minas. Lo bueno es que todo ello lo puso en práctica, y fue productivo. Algo que le diferencia del prototipo de inventor de la época, Leonardo da Vinci, quien rara vez pasó de la fase del diseño.
En cambio, Jerónimo de Ayanz no cesó de idear nuevos artilugios, construirlos y probarlos. Por ejemplo, creó un sistema para destilar agua marina en los barcos, o se inventó un precedente del submarino. E incluso creó en 1602 el primer traje de buceo, el cual se probó con éxito en el río Pisuerga de Valladolid ante la presencia del rey Felipe III, para después usarse en la costa americana donde los buzos lo aprovechaban para recolectar perlas.
En definitiva, Ayanz fue un personaje apasionante. A su muerte tenía hasta 48 patentes de la época, y por si fuera poco también practicó la pintura, la música, se dedicó a la cosmografía y hasta a la especulación científica con curiosos escritos sobre cuestiones propias de la física como la existencia del vacío o el movimiento perpetuo.