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Retrato de María Isabel de Braganza

Publicado por A. Cerra

Retrato de María Isabel de Bragança

Posiblemente este retrato hecho en 1829 por Bernardo López Piquer (1799 – 1874) no sea ni mucho menos la mejor obra de su tiempo, ni del estilo neoclásico en España. No hay que olvidar que este artista, sin duda era un buen pintor, pero llegó a realizar importantes obras gracias a ser hijo de Vicente López, sin duda mejor retratista que él, que llegó a inmortalizar al propio Francisco de Goya.

De hecho, Bernardo compartió muchos encargos con su padre, y también clientela. Y es que su estilo es prácticamente una réplica del de su progenitor. No obstante, lo más valioso de esta obra no es la técnica del artista, sino la persona a la que ha retratado. La reina María Isabel de Braganza, que fue la segunda esposa del rey español Fernando VII, y que sobre todo merece ser recordada en la historia del arte por ser la fundadora del Museo del Prado de Madrid, donde por supuesto hoy en día cuelga esta obra.

Esta mujer era de origen portugués y llegó a España en 1816 para casarse con el monarca español, que era su tío. Sin embargo, tuvo una vida muy corta, ya que falleció en 1818 durante un parto. Así que el cuadro fue hecho varios años después de la muerte del personaje. Y para ello el artista recurrió a otros retratos anteriores, uno de ellos realizado por su propio padre Vicente.

Y vemos una mujer con todas sus distinciones aristocráticas que aluden al reino portugués y al español. Pero es curioso que sobre todo aparezca como fundadora del Real Museo de Pintura y Escultura, el futuro El Prado, cuya edificación se distingue a través del ventanal. De hecho, la propia reina fue académica de honor en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y siguió de cerca el desarrollo de las obras del edificio de Juan de Villanueva que en realidad estaba destinado a convertirse en el Gabinete de Historia Natural.

El pintor nos muestra a la mujer mirándonos directamente a nosotros los espectadores, y con su mano derecha nos señala la ventana y el edificio del museo tal y como estaría entonces. Mientras que su otra mano está apoyada en una mesa con los planos del proyecto. Es decir, el artista ha elegido presentarla como un personaje de gran importancia cultural. Y desde luego ha volcado todo su saber hacer para recrear una cuidada composición, así como es exquisito el tratamiento de las texturas y los detalles de los objetos. Desde luego es la mejor obra de Bernardo López y se ha convertido en una de las imágenes referentes del propio Museo del Prado, y más ahora en 2019 que se cumplen 200 años de la apertura de la gran pinacoteca madrileña.