Retrato de Paracelso
El pintor Quentin Metsys (1465 – 1530) nos ha dejado algunas de las obras más interesantes de la pintura flamenca del Renacimiento. Por ejemplo, gracias a él podemos conocer mucho más de la burguesía de la época y de ciertos oficios, tal y como nos lo muestra en cuadros como El cambista y su mujer. Así como también tenemos varias obras en la que retrató a personajes claves para el pensamiento de su tiempo como en la efigie doble que hizo de Erasmo y Aedigius.
Pues bien otro personaje importante de esa época de las primeras décadas del siglo XVI al que hizo un retrato fue el suizo Paracelso (1493 – 1541). Un personaje cuyo nombre real era Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, pero que él se lo cambió por Paracelso, cuya traducción es algo así como “más que Celso”, un célebre médico de la Roma Imperial.
En realidad, él se consideraba superior a cualquier otro médico que hubiera existido antes que él. De hecho fue capaz de criticar públicamente a los padres de la medicina como los griegos Galeno e Hipócrates, o quemó los libros del árabe Avicena.
La razón es que él tenía una visión diferente de su oficio. Si hasta entonces todos los remedios se basaban en sustancias elaboradas a partir de plantas e incluso con animales, él introdujo el mundo de los minerales, especialmente el mercurio, el azufre y la sal.
Paracelso había estudiado medicina y conocía toda la historia de esta ciencia. Pero optó por un camino diferente al que dictaba la tradición de siglos. Su proceso lo vinculaba con la alquimia y también con la astronomía. Es cierto que gracias a él surgieron remedios como el láudano, además de otras drogas basadas en mezclas químicas de los minerales. Pero también concedía a su trabajo una relación con dotes mágicas. Algo así como un chamán. Según él era necesario conocer el microcosmos de cada organismo para poderle relacionar con el orden de todo, y así curar. Algo que era tan simple (y tan complicado) como separar lo puro de lo impuro. Y ahí es donde entraba la alquimia, que no servía para fabricar oro, sino para sanar.
Para ello era necesario separar los distintos elementos químicos y minerales a usar. Recurría a la calcinación, la destilación o la sublimación para conseguir sustancias puras como el mercurio. Una labor técnica pero también mágica. Eso sumado a su capacidad para divulgar sus teorías, junto a más de una curación, le hizo ganar un gran prestigio en la época, tal y como reza la leyenda en la parte baja del retrato: El famoso doctor Paracelso.
Y está claro que fue un personaje muy de su tiempo, en la que la religión y la magia se mezclaban con la ciencia, pero también fue un avanzado y un pionero, ya que hoy en día el mundo de la farmacología es impensable sin los recursos minerales y los conocimientos químicos.