Composición-ensamblaje-fotograma de Moholy-Nagy
El artista Lászlo Moholy-Nagy (1895 – 1946) de origen húngaro siendo un veinteañero llegó a Berlín, tras haber estado previamente en Viena. El caso es que en la capital alemana entró en contacto con las más atrevidas vanguardias que durante la década de los 20 estaban floreciendo en Berlín.
Allí comenzó su particular producción artística y multidisciplinar, ya que él trabajaba con la pintura, pero también con la fotografía, los metales o el teatro, e incluso más adelante se adentraría en el mundo del cine.
En Alemania llegó a convertirse en uno de los profesores de la Escuela de la Bauhaus. Y una de las corrientes artísticas que más le fascinó fueron las creaciones dadaístas, sobre todo sus fotomontajes más atrevidos.
Sin duda, esta obra titulada Composición-ensamblaje-fotograma que realizó en 1926 y que se encuentra en el Stichting Gemeentemuseum de La Haya, en Holanda, es deudora de aquella corriente. Pero también debe mucho al constructivismo, ya que a Moholy-Nagy siempre le atrajo el mundo de la arquitectura y de las máquinas, las cuales fue representando de forma paulatina cada vez más abstractas.
A eso hay que sumarle sus experimentos fotográficos, con los que generaba imágenes un tanto espectrales cuando fusionaba objetos y los plasmaba en papel fotosensible jugando con distintas placas fotográficas que exponía a fuentes lumínicas. Eso él lo llamó “fotografiar sin cámara”.
De este modo, con obras como la que aquí vemos, lo que pretendía Moholy-Nagy era crear pinturas de luz hechas con fotogramas. Un campo en el que cada vez fue generando imágenes más complejas.
Un buen ejemplo es esta, en la que vemos un fino marco de madera que parece sugerirnos una imagen dentro de la imagen. Pero también tiene su significado más profundo, ya que la idea es demostrar que el arte no es nada más que artificio. Tanto como la visión que tiene el ciudadano del mundo moderno, algo que dejó claro con la siguiente frase:
Una idea que él busca materializar con la luz, de la cual quiere extraer todo su potencial, tanto desde un punto de vista pictórico, como espacial y escultórico. Hay que fijarse aquí en la fina línea diagonal que atraviesa este cuadro. Se trata de un rayo de luz que une todos los elementos de la imagen. Y además con esa línea genera el espacio y la profundidad.
Y por otro lado está el color. A Moholy-Nagy siempre le fascinaron los grises, cuya variedad le era suficiente para experimentar todos los efectos que deseaba. No obstante, aquí introdujo el color madera y el círculo rojo, lo cual le aporta materialidad a la imagen.
En definitiva, esta es la obra de uno de los creadores más modernos y rabiosamente vanguardistas de su tiempo. Y uno de los que ayudó a incorporar las nuevas tecnologías al panorama artístico.