Edificio de Turbinas de Saulnier
Este edificio también es conocido como la Fábrica de chocolate Menier, ya que se trata del lugar donde se abastecía de energía a dicha fábrica, ubicada en Noisiel sur Marne, muy cerca de la capital francesa.
Entre los años 1871 y 1872 se llevó a cabo su construcción por parte del arquitecto francés Jules Saulnier. En realidad, se trata esencialmente de un molino de agua, y para ello creó un estructura ligera de hierro forjado, toda ella recubierta por revestimiento de ladrillo, que cierra el edificio y lo decora.
La elección de Saulnier de utilizar hierro forjado en lugar del hierro fundido más comúnmente utilizado en ese momento fue revolucionaria. El hierro forjado, que es más resistente a la tracción que el hierro fundido, permitió a Saulnier diseñar una estructura que era tanto funcional como estéticamente agradable. Este uso innovador del hierro forjado fue un precursor del uso más generalizado de este material en la construcción durante el siglo XX.
De esta forma, su creación se convierte en un referente dentro de la corriente arquitectónica que propugnaba el teórico y restaurador Viollet le Duc, quién entre otros trabajos intervino en la restauración de Notre Dame de París o que participó en los trabajos para la creación de la Estatua de la Libertad de Nueva York.
El caso es que las teoría de Viollet le Duc concebían la arquitectura como creaciones racionalistas que habían de integrar a la perfección su función, su estructura y los elementos ornamentales. Algo que en parte es más fácil por los nuevos materiales que se estaban utilizando en aquel momento, especialmente por la introducción del hierro y otros metales, que con obras como ésta iban a anticipar los trabajos que iba a seguir la arquitectura desde finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Aquí todo el edificio se sustenta por esa estructura férrea, y sirve como soporte para el fino revestimiento de ladrillo, que casi actúa como si fuera un especie de muro cortina. Un muro muy delgado y que es totalmente suprimible para el sostenimiento en pie del edificio.
Pero lo valioso es ese elemento decorativo, más aún teniendo en cuenta la principal función de la construcción que no es otra que la productividad. En este caso, el ladrillo como ornamento consigue otorgarle vida al edificio con su policromía, creando formas geométricas diversas, entre las que se integra el logotipo de la empresa de Chocolates Menier.
Además de su función decorativa, el ladrillo también desempeña un papel importante en la funcionalidad del edificio. El ladrillo, siendo un material resistente al calor, ayudaba a mantener la temperatura dentro del edificio, lo cual era crucial para la producción de chocolate. Asimismo, el ladrillo proporcionaba una excelente acústica, lo que permitía a los trabajadores comunicarse de manera efectiva a pesar del ruido de las máquinas.
Y además este revestimiento de ladrillo facilita la apertura de muchas ventanas, que forman parte de la decoración, y al mismo tiempo bañan de luz el interior, algo imprescindible dentro de la fábrica, ya que en aquellos tiempos se carecía de sistemas de iluminación económicos y seguros.
Al encanto de esos ladrillos de la fachada hay que sumarle que parte de la estructura queda a la vista. Por ejemplo, se ven diferentes vigas horizontales que componen los forjados o los pilares de sustentación, lo cual recuerda de alguna forma a los molinos más tradicionales realizados en madera.
Esos forjados en el interior se forman por delgadas bóvedas de ladrillo que apoyan en viguetas férreas, que a su vez cruzan perpendicularmente todo el edificio, y que se refuerzan en ciertos puntos donde se debe soportar el peso de la maquinaria, sobre todo en la segunda planta.
En definitiva, este Edificio de Turbinas es una obra arquitectónica emblemática de las teorías más racionalistas de la construcción, y todo un hito de los primeros inmuebles que empelaron el hierro forjado, de mayor resistencia a la tracción que el hierro fundido, usado con anterioridad.