Iglesia de Santa Susana de Maderno
Cuando en 1597 se le hace el encargo a Carlo Maderno de realizar una fachada para la iglesia romana de Santa Susana, el arquitecto se encuentra con un interior originado en una basílica construida en el siglo VIII que había sufrido diferentes remodelaciones con el paso de los siglos, en ellas una que en la primera mitad del siglo XV había promovido el Papa Sixto IV para convertirla en una iglesia de tres naves.
Y en cambio aquella planificación del templo ahora se quería cambiar para convertirla en una iglesia de nave única con capillas laterales. Sobre este proyecto es sobre lo que comienza a trabajar Maderno. Para lograr que se integre la fachada con el interior, elige plantearla sobre la base de la tipología jesuítica, es decir, con un cuerpo inferior más ancho y uno superior bastante más estrecho y también más alto, empleando un ático intermedio para que haga de nexo de unión, y rematando todo el conjunto con un frontón triangular.
El modelo para esto es la iglesia jesuítica de Il Gesú, también en Roma, y que era la sede principal de la Compañía en la capital italiana. Una iglesia que a su vez se había inspirado en la fachada de Santa María Novella de Florencia, una fachada renacentista que el arquitecto Leon Battista Alberti construyó a finales del siglo XV.
Sin embargo, Carlo Maderno es un artista de su época, un momento en el que el arte ha evolucionado desde las formas renacentistas hacia el Manierismo y va camino de establecer las bases del Barroco. Por eso hay ligeras variaciones respecto a los modelos en los que se inspira. Por ejemplo, se nota un claro empuje vertical en la fachada, y toda su superficie ya no se circunscribe a un cuadrado, porque el cuerpo superior tiene un gran desarrollo en altura, lo que evita el estatismo de sus predecesores, y también supone que las volutas originadas con Alberti aquí sean mucho más estilizadas.
Además busca una fachada mucho más plástica, potenciando efectos de claroscuro, como en el frontón o con las esculturas que ocupan las diferentes hornacinas de la fachada. De hecho, algunos historiadores dicen que está aplicando efectos pictóricos a la arquitectura, teniendo como ejemplo las obras de Caravaggio.
Por otra parte, dota a su construcción de dinamismo, de una especie de movimiento hacia delante rompiendo la tradicional alineación y abriendo su construcción al entorno urbano donde se ubica.
Y por último, la mayor novedad respecto a construcciones precedentes es el enorme acento e importancia que pone el arquitecto a la hora de diseñar la puerta central, flanqueada por columnas y con su propio frontón triangular, convirtiéndola en el verdadero eje de toda la fachada.
En definitiva, esta obra de Carlo Maderno se va a convertir en el inicio de la diversidad existente en las fachadas barrocas, ya que a lo largo de las siguientes décadas los arquitectos van a optar por diversos modelos. Las habrá de inspiración jesuítica, también se construirán fachadas mucho más clasicistas y otras en las que la nota predominante sea la curva y el movimiento, siendo estas las más claramente barrocas.