Fuente con las estatuas de la Diosa Sekhmet
El patrimonio del Antiguo Egipto tiene un componente de leyenda y embrujo que es innegable. Por ello no es extraño que muchas de sus obras maestras que han resistido el paso de milenios entre en importantes museos del mundo, como es el caso del busto de la reina Nefertiti que en la actualidad se puede ver en Berlín.
Pero repartidas por el mundo no solo hay obras escultóricas, pictóricas o de un volumen pequeño. Lo cierto es que hay edificios enteros, como el Templo de Debod que está reconstruido en Madrid o hay varios obeliscos en diferentes ciudades como París, Roma o Nueva York. Si bien algunos de ellos son fruto de saqueos y expolios históricos, mientras que otros son regalos entre países como es el obelisco de Central Park en Manhattan.
Pues bien otro caso distinto, que no es un regalo ni un expolio, son las cuatro esculturas de la diosa Sekhmet que se ven en el Castillo Hearst de la costa californiana. Fueron cuatro piezas realizadas en duro granito oscuro y datadas en tiempo del Imperio Nuevo, o sea en el segundo milenio antes de Cristo. Estas cuatro esculturas las adquirió a un anticuario el magnate estadounidense de la prensa William Randolph Hearst para que decoraran ese pastiche de gustos, estilos y extravagancias que era su opulenta residencia.
De hecho, las figuras de esta diosa egipcia son las piezas más antiguas de su heterogénea colección, y la arquitecta Julia Morgan, encargada inicial del proyecto del Castillo Hearst le convenció para unirlas en la peculiar fuente que hay en los jardines.
Sekhmet es una importante diosa egipcia, y la encontramos representada en infinidad de templos antiguos, tanto en pinturas como en relieves por ejemplo en Karnak o en Kom Ombo. Y es que su iconografía la hace inconfundible. Es una figura con el cuerpo de mujer y la cabeza de leona, sobre la cual hay un disco que representa al Sol, y que alude a que es hija del mismísimo Ra. Así que es una divinidad importante, ni más ni menos que la diosa de la guerra, y además una protectora de los faraones. O sea que como todos los dioses destacados del Antiguo Egipto tiene dos vertientes, una destructora y otra sanadora.
Algo que todavía es más evidente cuando se descubre que a Sekhmet lo mismo se la relacionaba con las plagas y epidemias que solían asolar Egipto, que se tenía como patrona de los médicos. Al fin y al cabo en algunos jeroglíficos y relatos históricos se la presenta lo mismo como “La más poderosa y terrible” que como “La Gran diosa Madre”. Es decir, una figura muy respetada que en manos de uno de los hombres más ricos e influyentes de comienzos del siglo XX acabó siendo el motivo decorativo para una fuente en el jardín.