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Santa Susana de Duquesnoy

Publicado por A. Cerra
Santa Susana de Duquesnoy

Santa Susana de Duquesnoy

Podría parecer que toda la escultura italiana del Barroco se reduce a la figura de un gigante como el artista Gianlorenzo Bernini, autor de obras sublimes como el Éxtasis de Santa Teresa o su famoso David. Sin embargo, hay otros escultores durante ese periodo como puede ser Alessandro Algardi o el propio Francesco Duquesnoy (1597 – 1643), de cuyo taller salió esta monumental escultura que representa a Santa Susana.

La obra la realizó en mármol entre los años 1629 y 1633, y en la actualidad forma parte de las obras de arte religioso que atesora la iglesia de Santa María de Loreto en Roma. Sin embargo, no se encuentra en la ubicación para la que la esculpió Duquesnoy. De hecho, se sabe que originalmente tenía en su mano derecha una palma del martirio, mientras que con la izquierda hacia un gesto hacia el altar, como mirando hacia los fieles.

Hay estudiosos del arte Barroco que piensan que esta es la gran obra maestra de Duquesnoy, incluso más que su San Andrés. En esta santa ven la cima del estudio del natural, con todo el poso que da el conocimiento del arte de la Antigüedad. Algo que se aprecia especialmente en la forma de caer los pliegues, o el contorno puro que define a toda la figura. Sin olvidar, que nos presenta a la mujer en la postura del contraposto, pero muy equilibrado, y sin la agitación y exageración habitual en otras obras barrocas.

Para ello crea una figura en la que todo el peso recae sobre una pierna, mientras que la otra queda libre. La cabeza se gira suavemente respecto al resto del cuerpo y los hombros los concibe un tanto reclinados.

En su momento, la acentuada caída del vestido y del manto, de un exquisito gusto clásico y trabajado con enorme maestría, realmente entusiasmó, tanto que llegaron a compararla con los ropajes de Santa Bibiana de Bernini. Y desde luego, Duquesnoy conocía esa obra, e incluso el modo de trabajar de Bernini, puesto que había participado entre 1627 y 1628 en la decoración del Baldaquino de San Pedro del Vaticano.

No obstante, hay grandes diferencias entre una y otra. Sobre todo de concepto, ya que Duquesnoy busca representar la idea de santidad, con un total reposo mental y físico, algo que no en la obra de Bernini no se plantea.

Dentro de la escultura barroca, Duquesnoy representa la línea más clásica. En él, las formas son firmes, puras, no hay tanto artificio. Sin embargo, es un autor de su tiempo, y supo conjugar eso con la sensibilidad barroca, algo que aquí en parte se ha perdido debido al cambio de ubicación, ya que uno de los motivos del éxito de esta obra era esa intermediación entre el altar y la congregación de fieles, lo que aumentaba su espiritualidad más allá de sus formas.

Además de su habilidad para capturar la esencia de la santidad, Duquesnoy también fue conocido por su habilidad para capturar la belleza humana en sus esculturas. Su Santa Susana es un ejemplo perfecto de esto. La delicadeza de sus rasgos, la suavidad de su piel y la gracia de su postura son todos testimonio de la habilidad de Duquesnoy para capturar la belleza humana en mármol.

La escultura de Santa Susana también es notable por su tamaño. A diferencia de muchas otras esculturas de la época, que eran a menudo de tamaño reducido, la Santa Susana de Duquesnoy es una pieza de tamaño monumental. Esto no solo demuestra la habilidad de Duquesnoy como escultor, sino también su ambición como artista.

A pesar de su traslado, la escultura de Santa Susana sigue siendo una de las piezas más admiradas de la iglesia de Santa María de Loreto. Su belleza y su espiritualidad siguen siendo evidentes, a pesar de los cambios en su ubicación y contexto. Y aunque Duquesnoy puede no ser tan conocido como Bernini, su contribución al arte barroco y su habilidad para capturar la belleza y la santidad en sus esculturas son innegables.