Mosaico de la Batalla de Issos
Este mosaico posee unas dimensiones considerables (273 x 512 cm) y hoy en día se expone en el Museo Arqueológico de Nápoles. Si bien su origen estaría en la Casa del Fauno de Pompeya, la ciudad romana famosa por los frescos de la Villa de los Misterios o la Casa de la Venus de la Concha. Sin embargo aquí nos encontramos con un mosaico realizado aproximadamente en el siglo II.
No obstante hay que decir que los artistas del mosaico que lo realizarían en realidad se basaron en unos frescos griegos anteriores, seguramente datados en torno al año 300 antes de Cristo. Unos frescos que narraban la célebre Batalla de Issos.
Una batalla que tuvo lugar en el año 333 a. C. y en la que Alejandro Magno infringió una severa derrota al rey persa Darío.
El momento elegido para la escena es en pleno fragor de la batalla, ya que se pueden apreciar detalles como la furia de los caballos, los gestos de los soldados o el choque de las lanzas. Todo ello con unas formas muy naturalistas.
Y por supuesto se puede identificar al gran protagonista de la contienda, Alejandro Magno. Se le distingue en el lado izquierdo, en una zona donde se han perdido muchas estelas, pero en la que todavía se conserva el rostro de Alejandro, el cual cabalga decidido su famoso caballo Bucéfalo.
Va sin miedo y directamente pretende enfrentarse a las lanzas de los enemigos que apuntan hacia él. Y, ¿hacia dónde se dirige? Hacia el centro de la composición, al lugar donde está su opositor, Darío III, el cual en realidad solo se gira para mirarlo, porque lo cierto es que ya está huyendo en su carro de combate, como se puede ver por los gestos de sus caballos y del auriga (el conductor del carro).
Pero además del tema, hay otros aspectos gráficos muy interesantes. Como el caballo que en escorzo está casi en el centro de la composición, de hecho solo vemos sus cuartos traseros. O también en el primer plano, llama la atención la presencia de un soldado persa herido que está mirándose en su propio escudo como pronto va a morir. Es decir, se trata de plasmar el sufrimiento de la guerra, incluso en las tropas del enemigo. Está claro que en su conjunto la obra es una alabanza al valor de los griegos, sobre todo al valor del mítico Alejandro (este aspecto se vería mucho más con toda la escena completa). Pero igualmente, si el mosaico hubiera llegado mejor conservado hasta nuestros días, sería muy posible que viéramos más detalles en los que se muestra cierta simpatía o solidaridad hacia los individuos del ejército enemigo. O sea, se le dota de humanidad y realismo, tanto en la representación de la lucha como en sus consecuencias humanas.