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Baño de Diana de Clouet

Publicado por A. Cerra

Baño de Diana de Clouet

La llegada del escultor italiano Benvenuto Cellini a Francia y la creación de obras como la Ninfa de Fontainebleau suyas para el rey galo Francisco I dejó una huella indeleble en el arte de aquel país durante gran parte del siglo XVI.

Si bien, hubo otros artistas italianos que llegaron antes que él para trabajar en el Palacio de Fontainebleau y decorar ese gran palacio que se había hecho construir el monarca. El primero de ellos fue el pintor manierista Rosso Florentino, llegado a Francia en 1530 tras alcanzar el éxito en Roma con algunas de sus pintura religiosas. Y tras él, vendrían otros como Francesco Primaticcio o Niccolò dell’Abate. Estos creadores transalpinos supusieron una verdadera renovación y sirvieron para formar a gran parte de los artistas franceses, los cuales adquirieron una serie de características propias del arte italiano.

Es lo que se conoce como Escuela de Fontainebleau, y uno de sus integrantes es Francois Clouet, autor de la tela que aquí presentamos del Baño de Diana, que realizó hacia el año 1565 y que en la actualidad forma parte de la colección de pintura histórica del Museo de Bellas Artes de Ruán.

Es un buen ejemplo del tipo de arte de este periodo, un momento en el que son habituales los desnudos, en figuras que generalmente siguen los cánones alargados y que poseen la refinada sensualidad habitual en el arte manierista. Y por supuesto los desnudos son ideales para la realización de cuadros (y también esculturas o decoraciones) de temática mitológica o alegórica.

Si nos fijamos en esta tela nos puede parecer que los personajes son actores, están posando y actuando, y tienen como fondo un paisaje natural que solo es un fondo, solo ambienta ya que es un entorno idílico carente de cualquier idea de dramatismo.

Lo importante es presentar la belleza, cargada de erotismo de los cuerpos femeninos, las cuales todavía contrastan más al compararlas con los cuerpos de los sátiros, unos personajes mitológicos mitad hombres, mitad bestias. En comparación con ellos aún llaman más la atención la piel blanca de las mujeres, la de la diosa Diana y toda su corte de acompañantes.

Sin duda es una escena que muestra bien a las claras lo que fue el arte de la Escuela de Fontainebleau y de gran parte del Manierismo que inundó durante unas décadas los palacios reales y aristocráticos de Europa. Ya que se trata de una corriente donde son habituales este tipo de cuadros de aspecto muy lánguido, y al mismo tiempo con un indudable propósito de seducción.