Desayuno en la hierba de Manet
Se trata de un lienzo pintado al óleo en 1863 y que se expone en el museo de Orsay de París.
El pintor parisino Edouard Manet pintó a la edad de 31 años este lienzo y lo presentó a la convocatoria del Salón de París, el lugar donde se exponía las más importante pinturas del momento. Para los artistas lograr exponer ahí suponía un trampolín para ser considerado alguien en el ámbito artístico. Sin embargo, la obra fue rechazada y se criticó por escandalosa.
En realidad, en aquel momento el arte vigente en Francia tendía al realismo y se consideró que una imagen en la que aparecía una mujer desnuda a orillas del Sena acompañada de dos caballeros vestidos era algo muy provocador. No es que no se pintaran desnudos por aquel entonces, pero siempre eran escenas mitológicas o en otro tipo de ambientes menos cotidianos.
En cambio, Manet siempre quiso pintar la modernidad y creó esta escena. Para ello se basó en modelos clásicos como el cuadro Concierto campestre obra que hoy se atribuye a Tiziano y en aquel momento se creía que había sido pintada por el pintor renacentista Giorgone de origen veneciano y que colgaba en las paredes del Louvre. Tal vez esa referencia a una obra clásica en la que también aparecen mujeres desnudas en el campo acompañadas de músicos vestidos, enfadó aún más al jurado que decidía lo que se exponía en el Salón de París.
El resultado fue que el rechazo y la polémica que suscitó le concedió más fama a Manet y desde aquel momento se convirtió en el cabecilla de un joven grupo de pintores que querían romper con las normas académicas de la pintura. Entre esos artistas se contaban talentos de la talla de Renoir, Monet o Degas.
De hecho se llegó a crear el Salón de los Rechazados, donde expusieron todos esos artistas, y de alguna manera aquello fue el germen para que años después se generara el estilo impresionista.
En cuanto a la pintura en sí, junto a la obra titulada Olimpia, es una de las obras maestras de Manet en la que se pueden ver algunas de las constantes de toda su producción. Aparecen figuras humanas, ya que Manet nunca fue un pintor de paisajes, aunque en cambio las sitúa en una ambiente campestre, casi abocetado y en una perspectiva que acaba en las aguas del Sena al fondo, que se ve entre los árboles.
Lo más destacado de su pintura es el uso del color, un color casi plano, sin excesivas gradaciones, donde los verdes oscuros del bosque y los trajes negros de los dos señores casi enmarcan por completo la blancura del cuerpo desnudo de la mujer en un primer plano, lo que todavía le concede más protagonismo a la joven y llama poderosamente la atención del espectador.
Sin duda, tiene un alto contenido erótico, lo que se acentúa por la posición de los personajes sentados, relajados en la hierba, charlando amigablemente y con las piernas entrelazadas, tras haber almorzado, cuyos restos de comida quedan en la parte inferior izquierda de la tela, como si se tratara de un bodegón en el que se ve el cesto, frutas y pan.
Por otra parte, las figuras no son las típicas representaciones realistas tridimensionales. Aquí tan apenas hay sombras en los cuerpos y por lo tanto son muy planas, carentes de volumen, y sin embargo, no parecen estatuas sino que transmiten mucha vida.
En definitiva, Desayuno en la hierba se convirtió en una de las obras claves para la evolución del arte de finales del siglo XIX, que abrió el camino a estilos tan valorados hoy en día como el Impresionismo y el Postimpresionismo. Una pintura respetada y muy apreciada por todos los artistas posteriores hasta la actualidad. De hecho, se han hecho numerosas versiones, entre las cuales se cuenta una muy famosa y personal de Pablo Picasso.