La Venta del Macho de Beruete
A veces se puede llegar a pensar que la pintura impresionista es un estilo artístico que exclusivamente se produjo en Francia. Y si bien es cierto que surgió en la capital gala y que los creadores más emblemáticos de este movimiento fueron de esta nacionalidad, la verdad es que fue un estilo que se extendió por toda Europa y los ejemplos son cuantiosos.
Por ejemplo, en Holanda trabajó un pintor impresionista de enorme calidad como Georges Hiendrick Breitner que pintó obras tan hermosas como el Puente sobre el Singel en Paleisstraat. E incluso, el Impresionismo le llegó a los artistas norteamericanos como es el caso de John Singer Sargent, autor de obras como Campamento de gitanos. Por cierto, un cuadro inspirado en España, donde trabó amistad con los dos grandes pintores del impresionismo hispano: Darío de Regoyos y Aureliano Beruete. Del primero merece destacar obras como Viernes Santo en Castilla, mientras que el segundo es el autor del cuadro que protagoniza estas líneas.
Aureliano de Beruete y Moret (1845 – 1912) fue un pintor discípulo del paisajista Carlos de Haes, un artista anterior al Impresionismo pero de gran capacidad que incluso tiene obras colgadas en el Museo del Prado de Madrid, como su Molino holandés. Por cierto, Beruete llegó a ser el director del Prado.
Beruete fue un pintor muy ilustrado, y sobre todo muy viajado, ya que recorrió gran parte de España y muchos lugares del extranjero. Sin embargo, sus obras más características se identifican con los paisajes del centro de la Península Ibérica, como esta Venta del Macho situada en la provincia castellana de Toledo.
Una de las grandes diferencias entre el modo de trabajar de Beruete y los pintores impresionistas franceses, es que pese a que también pintaba al aire libre, el español mezclaba los colores en su paleta y no en el lienzo.
Y también lo diferencia el toque social que buscaba en sus imágenes. Sin duda influido por las ideas de los escritores de la Generación del 98, que le apoyaron mucho y alabaron esas notas de realismo que imprimía a sus paisajes, ya que Beruete se centraba en temas que mostraban la crudeza y precariedad del mundo rural, e incluso pintó muchas obras protagonizadas por los suburbios de Madrid.
Todo eso lo hizo con una factura directa y muy fragmentada, y concediéndole el protagonismo total en su pinturas a la luz natural que contemplaba en los paisajes, intentándola plasmar del modo más real posible, casi como si fuera una fotografía.