La Visitación de Vicente Masip
En ocasiones el reconocimiento al valor de la obra de Juan Vicente Masip (c. 1473 –1551) ha quedado algo oculto bajo el prestigio de su hijo, Juan de Juanes, también pintor y muy cotizado gracias a cuadros como la Institución de la Sagrada Eucaristía. Tanto es así que en muchas de sus obras de madurez, las más exquisitas, se suele plantear una autoría compartida entre padre e hijo, quienes compartieron taller y encargos desde su ciudad: Valencia.
De hecho, la inmensa mayoría de los retablos y tablas pintados por Masip estaban destinados para templos de la ciudad valenciana o de localidades del entorno. Y sus influencias iniciales sin duda se basan en la escuela valenciana, pero pronto se van a ver matices italianos en sus cuadros. Primeramente porque llegaron hasta la capital valenciana unas obras de Sebastiano del Piombo que iban a tener una enorme fuerza, no solo en el modo de pintar de Masip, sino en realidad de todos sus coetáneos. Pero es que además se especula con que Vicente Masip, tal vez viajó hasta Italia, y más concretamente hasta Roma y Umbría donde conocería en primera persona la obra de Rafael, de quien se descubren ecos en sus composiciones. Incluida esta tabla circular que realizaría entre los años 1540 y 1545.
Aquí podemos ver una composición de aires muy italianos, con una escena en la que Santa Isabel se arrodilla ante su hija la Virgen María, mientras que más atrás están San José Y Zacarías.
El rafaelismo queda evidente tanto en la armonía que emana la escena como en los distintos gestos que muestras los personajes. Pero en cambio, Masip no se dedica únicamente a inspirarse y seguir al gran maestro. Fue un creador con su propia personalidad y variedad de influencias. Por ello, el paisaje que se ve al fondo tiene reminiscencias de la pintura flamenca que tan conocida eran en España durante el siglo XVI.
El formato circular se debe a que por entonces eran muy apreciadas este tipo de pinturas denominadas tondo, y lo cierto es que esta Visitación era una obra doble, ya que formaba pareja con otra tabla circular que representa El Martirio de Santa Inés. Ambas fueron pintadas para integrarse en un retablo de la capilla de Santo Tomás de Villanueva en el interior del convento valenciano de San Julián. No obstante, hoy en día las dos tablas forman parte de la colección del Museo del Prado en Madrid, ya que fueron adquiridas en el siglo XIX por el rey Fernando VII.