Limón, manzanas y tulipanes de Fantin Latour
El pintor francés Henri Fantin Latour realizó cuadros de diversos géneros, pero en muchos de ellos, independientemente de su tema, solía colocar flores en un vaso. E incluso cuando hacía retratos esos ramilletes en un cristal se convirtieron en una especie de sello de marca, además de que siempre aportaban una nota de color en unas imágenes que solían tener una gama tonal reducida.
Y tanto le gustaba ese motivo que cuando se dedicó a pintar bodegones, ese elemento llegó a alcanzar un rango protagónico. Algo de lo que tenemos una excelente muestra en este óleo pintado sobre lienzo que atesora el museo del Ermitage de San Petersburgo, al norte de Rusia. Una obra que el artista francés pintó en el año 1865.
En este caso el recipiente de cristal, a medio camino entre un vaso, una copa y un jarrón vítreo nos marca el eje vertical y el centro de la composición. De algún modo la está presidiendo. Es un vaso cuya forma nos recuerda a los propios tulipanes que sostiene. Son unas flores que aquí se convierten en una réplica viva del objeto.
Pero si la forma y colores de los tulipanes se emparejan con el vaso, al mismo tiempo son absolutamente contrarios a las frutas que hay sobre la bandeja de plata. Limones y manzanas de otros tonos que se convierten una masa, en un volumen pesado, a la inversa que los pétalos de las flores.
Esa fuente de fruta también le sirve al autor para poner una nota horizontal y equilibrar la composición. Además de que con ello consigue limitar el primer plano de la imagen.
Lo cierto es que Fantin Latour pintó innumerables bodegones y naturalezas muertas a lo largo de su carrera artística. Y en ellas se aprecia que conocía perfectamente la historia de este género pictórico que tanto habían trabajado los artistas holandeses del siglo XVII o los franceses más recientes con Jean Baptiste Chardin al frente.
Conociendo esa evolución de los bodegones, llegó a la conclusión de que la clave era colocar los objetos de modo que su belleza se fuera realzando por medio de los contrastes que generaban las diferencias. Y aquí vemos todo un tratado sobre esa teoría. Lo transparente se sitúa frente a lo opaco, lo metálico junto al cristal. Son contrastes muy estudiados, porque tampoco busca los excesos, ni las estridencias, ya que todo en el cuadro es muy armónico. Unos principios que igualmente se pueden aplicar a los colores. Basta ver el brillo del limón como reluce sobre la, a su vez, brillante plata de la fuente.