Retrato de la señorita Lange como Danae de Anne Louis Girodet
En 1798, Anne Louis Girodet (1767 – 1824) recibió el encargo de retratar a Elise Lange, una cortesana de enorme éxito en París que se esposaba con rico banquero. Así que el encargo era importante e iba a tener una gran repercusión, por ello el joven artista puso todo su saber en la obra. Sin embargo, cuando se expuso el cuadro, no le gustó en absoluto a la retratada, e incluso le pidió que modificara la imagen.
Con el lógico enfado del artista, este destruyó el lienzo y volvió a realizar otro. La imagen que aquí vemos y que actualmente se conserva en el Instituto de Artes de Minneapolis, Estados Unidos.
La obra gustó más, pero está llena de elementos que no dejan de ser una venganza y una crítica al matrimonio y sobre todo a la retratada, la cual aquí aparece como Danae, un personaje habitual en la Historia del Arte que inspiró a artistas como Tiziano o Rembrandt. Y es que, la efigie va más allá de la representación de temática mitológica y ambiente teatral, ya que Girodet aprovecha para incorporar elementos simbólicos cargados de significado.
Es indudable la belleza de la mujer, de la que tanto presumía. Pero a esa vanidad, a la de ella y la de su marido, sin duda alude la presencia de ese pavo presuntuoso. Igualmente se distingue una máscara entre todo ese espacio, en la cual era perfectamente identificable con el rostro del amante de Elise Lange. También se puede leer un trozo de texto de una comedia clásica titulada “el precio de los asnos”.
Y es más que evidente la irreverencia del retrato, al aprovechar la tela que debería cubrir el bello cuerpo, para llenarlo de monedas brillantes que atraen la mirada avariciosa de la mujer. O sea que también hay un mensaje moral en la escena, uno que habla del culto desenfrenado al dinero, para cuya consecución vale todo, incluso vender el cuerpo. Tan importante es el dinero y el oro, que la mujer ni siquiera se observa en el espejo para admirar su evidente belleza, y prefiere mirar a las monedas que la hacen rica. Su codicia hasta la lleva a olvidarse de cualquier norma del pudor. Es decir, el pintor nos está hablando de una mujer tan hermosa como indecente. Una mujer capaz de desnudarse, de levantar una tela para mostrarnos su cuerpo, si a cambio le cae dinero por ello.
Es decir, sin duda alguna Girodet se vengó al hacer este segundo retrato. Eso sí, supo jugar con el gusto de la época para camuflar la feroz crítica al personaje.