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Virgen con el Niño y san Juanito de Correggio

Publicado por A. Cerra

Virgen con el Niño y san Juanito de Correggio

El arte de Antonio Allegri, Correggio, es excepcional. Para empezar porque es un grandísimo pintor del Renacimiento italiano pero que desarrolló la mayor parte de su producción alejado de los grandes núcleos artísticos de su tiempo como eran Roma, Florencia e incluso Venecia. Aún así fue capaz de aprender de los grandes artistas de su época, y se convirtió en un auténtico avanzado a su tiempo. Por eso quizás más que en vida fue admirado por los generaciones posteriores, ya que para muchos artistas y críticos los cuadros de Correggio, sobre todo en sus últimos años anticipan muchos elementos que caracterizaran el arte más clasicista del Barroco e incluso posee un carácter sensual en sus obras que son premonitorias de lo que llegara en el siglo XVIII durante el periodo Rococó.

Algunos de esos elementos ya se ven en esta tabla pintada al óleo que realizó entre los años 1515 y 1517. Una obra que hoy en día está en el Museo del Prado de Madrid pero que originalmente creó en Parma, la ciudad del norte de Italia adonde llegó tras unos primeros años de formación en Mantua con Andrea Mantegna.

De hecho, la influencia de Mantegna y de obras como el San Sebastián es evidente en los trabajos de juventud Correggio. Aunque también es palmaria la influencia del gran Leonardo da Vinci. Por ejemplo, parece claro que esta obra suya la podemos relacionar con la Virgen de las Rocas, y desde luego de Leonardo ha aprendido mucho sobre el sfumatto o de la afición por detenerse en una descripción minuciosa de la botánica, algo que cuadra a la perfección con el virtuosismo técnico que caracteriza el arte de Correggio.

Vemos al grupo de la Virgen María presentándole a Jesús a Juan el Bautista, ambos todavía niños. Un grupo cargado de delicadeza y expresiones gestuales que queda bañado por la luz. Lo cual contrasta enormemente con la oscuridad de la cueva donde se produce la escena. Un ambiente que podría ser angosto y claustrofóbico, pero que gracias a la apertura hacia un amplio paisaje exterior no da sensación de ahogo en ningún momento.

La composición piramidal de las figuras le da estabilidad y armonía a la representación, mientras que los juegos de miradas y la carnalidad de esos cuerpos aportan una sensibilidad exquisita. Por otra parte el dramatismo lumínico multiplica la gracia de la dulce escena.

Como curiosidad cabe decir que si nos fijamos en los rostros y figuras, podemos deducir que Correggio trabajaba de forma reiterada con determinados modelos, a los cuales pintó en diversas ocasiones.