Arte
Inicio Vanguardias Artísticas del siglo XX Campo de rayos de Walter de Maria

Campo de rayos de Walter de Maria

Publicado por A. Cerra

Campo de rayos de Walter de María

Hoy queremos hablar de una de esas obras de arte contemporáneo que a veces dejan por completo desconcertado al público, sobre todo al no versado en cuestiones artísticas de la actualidad. Y que por ello para ser apreciado o criticado bien merecen una aclaración para conocer las intenciones de su creador. En este caso nos referimos a la curiosa intervención de Walter de Maria en un amplio terreno de la población de Quemado en Nuevo México, Estados Unidos. Un trabajo que realizó entre los años 1971 y 1977.

Ya en otras ocasiones os hemos hablado de intervenciones que podemos encuadrar dentro de la corriente del land art, actos artísticos efímeros o permanentes cuyo fin es integrarse en el paisaje, e interactuar con él. Además de establecer una peculiar relación entre la naturaleza, el arte y el espectador.

Los ejemplos son muchos como el famoso Storm King Wall de Andy Goldsworthy o algunos de los trabajos del matrimonio Christo como el de las Sorrounded Islands en Florida. Unos actos artísticos que muchas veces no están exentos de polémica, y sobre todo de incredulidad.

Algo similar podemos pensar de esta intervención de Walter de Maria. Su obra fue la instalación en un amplio terreno de más de 1600 metros de ancho por un kilómetro de largo de hasta 400 postes de acero inoxidable de alturas variables, pero con una media de más de 6 metros.

Todo ello en un paraje remoto y desértico del estado de Nuevo México. Remoto y aislado, de hecho hay que pedir una cita a la Fundación Dia, patrocinadora de la obra, para ver su la instalación. Eso no es casual, es buscado, ya que se quiere provocar esa especie de peregrinaje. De alguna forma que solo vayan personas que están interesadas en el asunto.

Allí les espera un paraje árido y rodeado de montañas en el que los postes forman una especie de retícula compuesta por 16 hileras de 25 postes cada una. Distantes entre sí a 60 centímetros. Pero la altura de cada uno varía, dada la irregularidad natural del terreno, ya que el objetivo es que todos queden a la misma altura aproximadamente.

Estos postes de día casi ni se ven por la fuerte luz del sol que todo lo baña en esta zona árida. Pero cuando baja esa intensidad lumínica los postes se convierten en reflectores. Mientras que si llega una de las habituales tormentas eléctricas de este desierto norteamericano entonces atraen esos rayos, y es cuando se generan espectaculares efectos visuales. Esa es la obra, la cual nunca es igual. Y por supuesto es de lo más fugaz.

Ahora ya hemos explicado el propósito del artista, así que cada cual puede juzgar su creatividad y su valor.