Catedral de Narbona
De todos es conocido que Francia es el país europeo de las grandiosas catedrales góticas. Y las más famosas están al norte del país, con templos tan emblemáticos como la catedral de Amiens, la de Estrasburgo o Notre Dame de Paris. Pero también hay otras al sur del territorio galo, y una de las más alucinantes es la de Narbona, la cual por cierto iba a ser un templo tan grandioso como los anteriores, pero nunca llegó a concluirse.
En concreto la Catedral de San Justo y Pastor de Narbona inició sus obras en el año 1272, y como suele ocurrir en estos grandes templos, la construcción se inició por la zona de su cabecera orientada hacia el este, donde debía estar el ábside y el altar. De este modo se levantó la zona del altar, la girola que lo rodea, varias capillas en el entorno y el coro frente al altar. Pero todavía quedaba la nave y por supuesto la portada en el extremo occidental. Pero eso jamás llegó a construirse.
Las obras concluyeron de forma definitiva en el año 1340. Para entonces ya estaba construido todo lo que se ve en la actualidad. En ese momento y para proseguir las obras se hacía necesario demoler una parte del viejo amurallamiento romano de Narbona, algo a lo que se opuso el concejo ciudadano.
Años después, en 1353, esa decisión resultó ser un acierto, ya que Narbona fue atacada por el Príncipe Negro, el primogénito del rey de Inglaterra, y la ciudad resistió en gran parte por la existencia de esas murallas. Por ello, jamás se volvió a plantear la cuestión de su demolición.
Si bien, ya en el siglo XIX se quiso dotar de fachada al templo, y se llamó al prestigioso arquitecto historicista Violet del Duc, autor de la recuperación del cercano Castillo de Carcasona, pero su trabajo no se llegó a realizar en Narbona. De este modo, hoy vemos una catedral sin naves, ni fachada, lo que no quita que el edificio sea impactante por su tamaño y por su magnífica arquitectura gótica basada en el empleo de arcos de ojiva, bóvedas de crucería, arbotantes, vidrieras, contrafuertes, pináculos y todo el repertorio emblemáticos del arte de esa época de la Edad Media.
Y lo más destacado es su conservación según ese proyecto inicial, del cual se conoce su maestro de obras: Jean Deschamps, quien también proyectó las catedrales de Limoges o de Clermont-Ferrand. Si bien en este caso, lo más característico del edificio es que se distinguen unas cuantas torrecillas que le dan el aspecto propio de una fortificación. Algo que no ha de extrañar y no hay que pensar que tuvieran un carácter decorativo, y es que el templo llegó a cumplir esa función defensiva, ya que como hemos dicho, la catedral prácticamente se fundía con las murallas de la ciudad que se remontaban a los orígenes de la misma en tiempos de los romanos.