Catedral ideal de Viollet-le Duc
Eugéne Viollet-le-Duc (1814 – 1879) no se puede decir que nos haya dejado obras arquitectónicas alucinantes, pero en cambio es uno de los arquitectos más influyentes de todos cuantos hubo durante el siglo XIX. Un personaje que no solo fue arquitecto, sino que sobre todo desarrolló su labor como restaurador y crítico de arte, además de ser un gran teórico. Unas teorías que le llevaron a engrandecer la arquitectura medieval, sobre todo la gótica, que consideraba el estilo supremo. Y no hay que olvidar que durante ese siglo fueron muchos los edificios de aires neogóticos.
Algo que por otra parte también se entiende en el contexto político y económico de la Francia de aquel momento. Desde tiempos de Napoleón Bonaparte, se habían promovido las restauraciones de los edificios más señeros del patrimonio medieval francés, para así incrementar los sentimientos nacionalistas.
Y desde entonces esos procesos de restauración, también buscaban plasmar una historia idealizada, y allí las teorías de Viollet-le-Duc encontraron su campo perfecto para desarrollarse.
La relación de Viollet-le-Duc con el arte le venía de familia, ya que su padre era conservador de las residencias reales. Y pronto fue nombrado colaborador de Prosper Merimée, el escritor de Carmen, que también fue arqueólogo e inspector de los monumentos franceses que intervino en joyas como el Anfiteatro romano de Arlés.
Con él se recorrió toda Francia, y así fue como comenzó a escribir todas sus teorías sobre el tema. Unos planteamientos que se fueron aplicando en muchas intervenciones en el patrimonio histórico francés, desde Notre Dame de París o la Catedral de Amiens, hasta el castillo que rodea la ciudad de Carcasona.
En todos esos trabajos se basaba en un profundo estudio del arte gótico, el cual veneraba. Pensaba que era el estilo ideal, y de ahí dibujos como el que aquí mostramos o muchos de sus escritos. Y lo cierto es que eso le llevó a seguir unos planteamientos de restauración que hoy no serían viables por chocar radicalmente con los criterios actuales. Y es que Viollet-le-Duc no dudaba en reconstruir todo aquello que creía conveniente y para ello aplicaba esas formas y soluciones que consideraba las ideales, aunque a veces no se tuviera plena constancia de que originalmente eran así los edificios a restaurar.
En cambio en su tiempo esta corriente fue tremendamente influyente. Sus seguidores se acumularon no solo en Francia, sino por toda Europa. E incluso era tal la admiración hacia esos planteamientos de formas ideales, que hubo restauraciones en los que directamente se eliminaban las decoraciones o elementos antiguos, para sustituirlos por otros nuevos acordes con esos gustos estéticos. Así como también fue habitual intervenir en los entornos de esos edificios, creando para ellos una especie de escenarios urbanos, a veces majestuosos, que difícilmente existirían en el pasado.