Puente del Gard
En más de una ocasión os hemos hablado aquí de la ciudad de Nimes, en la Provenza francesa, una de las ciudades galas que más patrimonio de época romana atesora, con edificios espectaculares como su anfiteatro o la famosa Maison Carrée. Tanto es así que uno de los museos más ricos de la localidad es el novedoso Museo de la Romanidad.
Todo ello son los vestigios de la importante colonia que aquí crearon los romanos. Una colonia donde la vida hubiera sido mucho más difícil si los ingenieros del Imperio no hubieran desarrollado una de las obras más impactantes de toda la región. Nos referimos a un largo acueducto de unos 50 kilómetros que desde un manantial en la zona de Uzés abastecía de agua a la colonia. Y en el trazado de esa infraestructura llama poderosamente la atención el airoso Puente sobre el río Gard. Una de las obras de ingeniería más llamativas del Imperio Romano y a la altura de otro de los grandes acueductos de ese periodo histórico, el de Segovia en España.
El Puente del Gard es una obra del siglo I de nuestra Era y de una forma casi milagrosa ha llegado hasta hoy, teniendo en cuenta que se trata de una construcción pétrea en la que no se utilizó ningún tipo de argamasa. Solo encajando esas colosales piedras, alguna con varias toneladas de pesa, y uniéndolas con grapas de hierro.
Y el resultado es de unas dimensiones admirables. Teniendo una altura máxima de 49 metros y un anchura en su parte superior de hasta 275 metros. Para llegar en ese tamaño, se creó con tres niveles distintos. Uno inferior, más estrecho con solo 6 arcos que son los más grandes del conjunto. Luego hay un intermedio, donde ya hay 11 arcos, así como la estructura tiene un grosor inferior. Mientras que la parte superior tiene 35 metros más pequeños y sobre ellos por los que está el conducto para el agua, siempre en pendiente, ya que toda la técnica se basaba en el aprovechamiento de la ley de la gravedad. Si bien, de una forma muy compensada, ya que en todo su trazado de 50 km, la altura desde el comienzo hasta el desemboque final solo desciende 17 metros, eso sí, suficiente para haber trasladado diariamente millones de litros de agua.
La obra es impresionante por su resultado, y también apasionante porque quedan las huellas de como se construyó, con las marcas de sujeción que se hicieron para el grandioso andamio donde trabajaban los canteros y donde colocaban las poleas para subir las piedras, algunas gigantescas. De hecho, los investigadores piensan que la construcción solo del puente pudo dilatarse hasta 3 años y en ella intervendrían más o menos un millar de obreros. Sencillamente impresionante, y aunque en el siglo IV, ya dejó de usarse como acueducto por falta de mantenimiento en el conducto de agua, lo cierto es que durante siglos se ha usado como auténtico puente de paso para unir ambas orillas de ese barranco de la Provenza.