Irene con Pluto
Como otras muchas obras de la escultura de la Grecia Antigua ha llegado a nuestros días por medio de copias hechas en mármol durante la época romana. No obstante, se trata de una copia hecha al mismo tamaño que el original (casi dos metros de altura) pero con la diferencia de que la escultura original se realizó en bronce.
Se trata de una obra del periodo postclásico del arte griego ya que se realizó en la primera mitad del siglo IV antes de Cristo, y se sabe quién fue su creador: Cefisodoto El Viejo.
El tema que nos presenta es una alegoría con la que se pretende mandar un mensaje didáctico y moral, ya que Irene es la representación de la Paz, mientras que el niño Pluto no es otra cosa que la personificación de la Riqueza. O sea, está muy claro el mensaje, la prosperidad y la riqueza solo se alcanzan en los tiempos de paz. Tan apreciado era el mensaje que la estatua fue colocada en su momento en la propia agora de Atenas, para que los ciudadanos que allí se congregaban recibieran bien claramente esa consigna.
De hecho, recibió este encargo tras la Guerra del Peloponeso, para conmemorar la paz firmada entre Atenas y Esparta. Lo cierto es que se supone que Cefisodoto El Viejo recibió este encargo porque era un personaje bastante bien relacionado, al estar su hermana casada con un poderoso político del momento.
En cuanto a las formas artísticas propiamente dicha, se ve que es una obra de los comienzos de la época postclásica que alcanzará su máximo esplendor con las obras de Praxiteles como su Hermes o de Lisipo y su Apoxiomenos que se realizaron unas décadas después.
Por ejempl, esta obra todavía es deudora de las formas más clásicas por detalles como la rotura que hace de los pliegues en paralelo de la falda de la mujer gracias a la posición de la rodilla flexionada de la pierna izquierda. Toda la figura de la mujer es claramente un recuerdo de las matronas de autores como Fidias o Alcámenes.
Sin embargo hay detalles de modernidad como el espíritu de ternura que invadió la escultura griega del siglo IV antes de Cristo. Aquí esa ternura se manifiesta en la mirada dulce de la mujer al niño. Este tipo de juegos de miradas son muy interesantes e innovadores, e incluso las formas del niño, que son bastante infantiles, en comparación con otras obras anteriores, cuando los niños en realidad son jóvenes en miniatura.
Por otro lado es muy interesante valorar que estos dos seres divinos, Irene y Pluto, no tenían ningún vínculo en la tradición mitológica, sin embargo el escultor nos las presenta como si fueran madre e hijo, lo cual es una razonamiento que convierte el mito en una idea abstracta y racional, algo tremendamente novedoso.