El templo de Juno en Agrigento de C. D. Friedrich
En plena época del Romanticismo alemán, los grandes artistas germánicos ansiaban viajar a Italia, para empaparse del clasicismo y de los restos de una cultura perdida, como era la romana.
Comenzando por el escritor Goethe, que hasta fue retratado en tierras italianas, hasta otros pintores como Cornelius u Overbeck, ambos representantes del grupo de los nazarenos. Todos deseaban viajar a aquel país. Todos salvo el pintor romántico alemán por excelencia: Caspar David Friedrich.
Tuvo más de un ofrecimiento, pero jamás pisó suelo italiano y no entendía la fascinación que ejercía en otros. Él se consideraba un hombre de espíritu nórdico, y el sitio que deseaba conocer era Islandia, aunque tampoco llegó a estar en la gélida isla del Atlántico Norte.
Tanto le aburría el tema de ir a Italia para pintarla, que dijo que no hacía falta realizar semejante viaje. Podía bastar con pintar a través de la estampas de otros. Y eso hizo con este óleo de 1830 en el que vemos el Templo de Juno o de Hera Lacinia de Agrigento, en la isla italiana de Sicilia.
Hay autores que incluso durante mucho tiempo dudaron que fuera una obra de Friedrich, y se la adjudicaron a un pintor coetáneo, Carl Gustav Carus, quien tenía muchos puntos de común con Caspar David Friedrich, pero precisamente sus carreras se separaron cuando decidió viajar al país trasalpino en 1828. Incluso hoy en día hay críticos que dudan de la autoría de uno o de otro.
Si bien parece muy plausible que la realizara Friedrich a partir de una aguatinta publicada en una obra alemana titulada “Viaje pintoresco a Sicilia”. Aunque Friedrich no la representa tal cual es el original, la recrea, la interpreta, como hacía con sus paisajes más carismáticos. Si bien aquí se trata de un paraje monumental diferente a sus tradicionales vistas de montañas y bosques, dominadas por la naturaleza y por una indudable carga dramática que flota en el ambiente. Así como también falta una figura humana que aporte el valor de las sensaciones a las panorámicas. O quizás ese papel lo cumpla el templo de la Antigüedad, porque ciertamente es una imagen que no es simplemente testimonial. El autor nos transmite el peso de la historia y también el paso del tiempo.
En definitiva, que dentro de la producción de Caspar D. Friedrich estamos ante un lienzo un tanto especial. Un lienzo que hoy en día se conserva en su país natal, concretamente en el Museum für Kultur und Kulturgeschichte de la ciudad de Dormund.