Palas y el centauro de Botticelli
Se trata de una tela o lienzo pintada con la técnica del temple por Sandro Botticelli a caballo de los años 1482 y 1483. En la actualidad forma parte de la colección de pintura renacentista de la Galería de los Uffizi situada en la ciudad italiana de Florencia, donde también se exponen las dos obras maestras de este pintor toscano del Quattrocento: La Primavera y el Nacimiento de Venus.
Este cuadro tradicionalmente se ha interpretado como una alegoría del triunfo de la Paz sobre la Discordia, representada por Palas y el centauro respectivamente. Pero Palas lleva en la mano izquierda una alabarda, es decir, también va armada. Y es que Palas está considerada la guardiana de la castidad, y está agarrando de los cabellos al centauro, que sería el símbolo de la lujuria, por lo que tal vez esta última sea la interpretación más adecuada.
Si bien, han transcurrido más de cinco siglos desde la realización de esta pintura y por lo tanto los condicionantes culturales han cambiado mucho desde entonces, por lo que hay elementos que al espectador actual se nos escapan y no terminamos de comprender. Y esto es algo que nos ocurre con diferentes obras de Sandro Botticelli, en el cual la perfección y maestría de su arte, su embaucador modo de pintar hace que a veces nos quede oculto su significado último.
Por ejemplo, hay otras teorías de los investigadores que vinculan esta imagen con la figura de Lorenzo el Magnífico de Medicis, considerando que la imagen sería una alegoría de su sabio gobierno capaz de contener las diferentes fuerzas de poder para lograr transformar a Florencia en la Nueva Atenas.
Es decir, teorías varias para explicar esta imagen. Y es que es tal la maestría del pintor, que para nosotros casi es lo de menos conocer el significado más profundo del cuadro, y nos quedamos en la admiración por sus formas. Unas formas en las que ha tenido en cuenta el equilibrio de todos los volúmenes y el impacto expresivo de sus dos personajes, creando una obra de arte sublime, tal vez no la más famosa del autor, pero de una perfección rotunda, considerada una de las grandes creaciones del siglo XV florentino en particular, e italiano en general.
Como es habitual en todos los cuadros de Botticelli, aquí se nos vuelve a mostrar con una composición perfecta y con un tratamiento armónico de las distintas tonalidades de color. Además también aparece otra de las constantes de la producción de Botticelli, ya que mientras algunos de sus contemporáneos como Piero della Francesca se dirigen hacia la investigación lineal para crear perspectivas y composiciones muy claras, Botticelli en cambio va dibujando sus obras conforme a ritmos musicales, a cuyo ritmo parecen ondularse, unirse y liberarse las líneas de las figuras y de sus ropajes.