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Autorretrato de Maciunas

Publicado por A. Cerra
Autorretrato de Maciunas

Autorretrato de Maciunas

Georges Maciunas fue un personaje que nació en 1931 en Kaunas, la capital de Lituania, falleció en Boston en 1978. Una vida relativamente corta pero tremendamente interesante para la historia del arte contemporáneo. Fue artista, galerista y empresario, pero sobre todo fue fundador del grupo Fluxus en 1962, una comunidad internacional de creadores de diversas disciplinas, tanto visuales como musicales y literarias. De hecho, en ese grupo se integraron personalidades como Joseph Beuys o Yoko Ono.

El movimiento Fluxus tuvo sus provocadoras manifestaciones en América, Europa o Asia, y es que sus seguidores proclamaban que sus creaciones era antiarte, y se declararon enemigos de los objetos artísticos más tradicionales.

El propio Maciunas lo definió así:

Ideas como ésta habían tenido sus antecedentes, algunos tan influyentes como el Dadaísmo. Lo que se buscaba era una libertad absoluta para pensar y expresarse, y sobre todo eran totalmente contrarios al mercantilismo del arte.

Los happenings comenzaron con este movimiento. Por ejemplo, Maciunas podía salir a un escenario y destrozar con mucha tranquilidad un piano. U otro de los integrantes del grupo, Nam June Paik, se untaba la corbata de tinta y la arrastraba sobre un papel. Esa era su obra.

Evidentemente tenía mucho de provocación, y también de diversión. Creían en ese tipo de acciones, siempre nuevas, únicas y jamás repetibles. Era su forma de enfrentarse a un arte en el que el artista y sus técnicas tenían que ser serias, fruto de proceso intelectual, surgidas de la inspiración o de un gran dominio técnico, que las convertía en mercancías muy caras.

Al contrario, ellos consideraban que el arte lo podía crear cualquiera y en cualquier momento. Fluxus se concebía ante todo como un estado de ánimo y sobre todo como libertad. Desde luego para ellos eran impensables las categorías. Todo tenía cabida en la creación, y sobre todo la diversión.

Un movimiento antiartístico, que como todos tenía sus contradicciones, además de que la voracidad de los mercados es incontenible y todo acaba siendo un objeto, es decir, una mercancía vendible. Y estos autores también lo comprobaron y sufrieron. No obstante, es indudable que este peculiar movimiento de las vanguardias del tercer cuarto del siglo XX dejó su huella en los artistas más radicales que les seguirían en las décadas siguientes.