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El palco, Renoir

Publicado por Laura Prieto Fernández

El palco está considerada como una de las obras más innovadoras y profundamente impresionistas del pintor Auguste Renoir.

Renoir (1841 – 1919), nacido en Limoges el artista pronto se trasladó a Paris para comenzar su formación en el campo de las artes decorativas, sus primeros pasos fueron en el taller de los hermanos Levy decorando piezas de porcelana y posteriormente pintando abanicos; de esta época el artista hereda el gusto por la belleza y el refinamientos tanto en la composición como el los detalles ornamentales. No obstante su verdadera formación en la pintura se produjo en el taller de Gleyre donde entabló amistad con artista de la talla de Monet o Sisley.

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Pese a ser considerado como un artista plenamente impresionista lo cierto es que la pintura de Renoir fluctúa entre varias tendencias; plenamente impresionista podrían ser las obras realizadas entre 1870 y 1883, con posterioridad el artista irá rescatando e incorporando en sus obras algunos dejes más clasicista que hereda de un profundo estudio de la pintura de Ingres y su devoción por la figura femenina.

El palco es una pequeña pintura – 80cm de alto y tan sólo 63,5 de ancho- que el artista realizó en óleo sobre lienzo en torno a 1874. Fue expuesta por primera vez en una exposición impresionista celebrada aquel mismo año y adquirida por Père Martin, uno de los principales mecenas impresionistas.

En la obra el artista representa una escena cotidiana de la vida nocturna de París, una joven pareja perteneciente a la burguesía parisina se encuentra en el paco de la ópera o del teatro. La pintura es en realidad la representación de una típica escena costumbrista que entronca fácilmente con la tendencia realista.

Así encontramos a una joven que, dispuesta en un primerísimo plano, abandona la representación para fijar la mirada en el espectador invitándonos a incorporarnos a la escena. Ella es Nini «Gueule de Raie» a la que el artista representó en diversas ocasiones, detrás en un plano más secundario y ajeno completamente a la presencia del espectador encontramos a Edmon Renoir, el hermano del pintor. Éste tampoco presta demasiada atención al espectador sino que dirige sus gemelos al público en busca de un rostro familiar, quizás en alusión al hecho de que la ópera o el teatro se habían convertido en esta época más en escenarios donde la alta burguesía se dejaba ver que en celebraciones teatrales.

La pincelada es vigorosa con una fuerte carga de pintura, las formas se desdibujan y los contornos no están bien definidos. Con todo, la maestría en el uso del color es innegable. En contra de los parámetros estilísticos del impresionismo el artista utiliza en negro tanto en el traje de su hermano como en el vestido de la joven parisina, de ella destaca además el pequeño bouquet floral que adorna su vestido y que se configura como una verdadera naturaleza muerta.

El encuadre está muy definido sobre las figuras pero aún así es fácilmente discernible el ambiente que el artista nos quiere trasmitir, el sonido de la ópera y su elegancia se hacen palpable en este sencillo y magistral lienzo.